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Valoración

En el marco del Festival de Cine de Las Palmas, he podido disfrutar de películas provenientes de todo el globo. Una de ellas es Cidade; Campo, de Juliana Rojas. La película se presentaba dentro de la sección Panorama, que nos invita a descubrir propuestas realmente variadas lejos de convencionalismos. Deja que te cuente qué me ha parecido.

  • Fecha de estreno: Próximamente
  • Género: Drama
  • País: Brasil, Alemania, Francia
  • Año: 2024
  • Duración: 119 min
  • Dirección: Juliana Rojas
  • Reparto: Fernanda Vianna, Mirella Façanha, Bruna Linzmeyer, Kalleb Oliveira, Andrea Marquee, Preta Ferreira
  • Música: Rita Zart

Dos historias cruzadas abordan las consecuencias de la migración entre el campo y la ciudad. En la primera, una trabajadora rural se traslada a São Paulo para buscar a su hermana y construir una nueva vida. En la segunda, una mujer regresa a la granja familiar tras la muerte de su padre, con quien había perdido el contacto, y debe enfrentar heridas del pasado.

Sobre la película

Cidade; Campo, dirigida por Juliana Rojas, se presentó en el marco de la sección Panorama del Festival Internacional de Cine. La cinta propone una reflexión íntima sobre el desarraigo, la pertenencia y los vínculos familiares, articulando dos relatos femeninos marcados por el duelo y el desplazamiento. Con fotografía de Cris Lyra y Alice Andrade Drummond, y música de Rita Zart, la película se caracteriza por su sensibilidad narrativa y estética contenida.

Forma parte de la filmografía de una de las voces más personales del cine brasileño contemporáneo, que ya había sido reconocida por títulos como Sinfonía da Necrópole o As Boas Maneiras.


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Crítica de Cidade; Campo

Hay películas que se ven y se olvidan, y luego están aquellas que, sin saber muy bien cómo, se te meten dentro. Cidade; Campo pertenece a este último grupo. Una película que apuesta por el minimalismo emocional, donde cada silencio, cada mirada perdida y cada gesto cobran un significado enorme.

Dos películas en una

En su primer segmento, seguimos a una mujer que abandona su hogar rural tras una catástrofe. Es aquí donde la película brilla con más fuerza, a mi modo de ver, gracias a una historia que, pese a su sencillez, logra retratar con honestidad brutal lo que significa dejar atrás una vida entera y empezar de cero en una ciudad que engulle más que abraza.

La segunda parte da un giro hacia lo místico. Una mujer hereda una granja tras la muerte de su padre y decide mudarse allí con su pareja. Y aunque la idea de adentrarse en terrenos más simbólicos resulta estimulante, lo cierto es que no termina de cuajar del todo. Especialmente debido a algunos efectos visuales que, siendo generosos, resultan bastante pobres. Hay una escena en concreto relacionada con un lobo que, sinceramente, rompe por completo la inmersión en el relato y te saca de la película de una forma un tanto dolorosa.

Una experiencia hermosa y serena

Pero sería injusto quedarse solo con eso. Porque más allá de este pequeño tropiezo, Cidade; Campo es una experiencia hermosa y serena, que invita al espectador a dejarse llevar por su tempo pausado, su contemplación del paisaje y su profundo respeto hacia los sentimientos humanos. Es de esas obras que te obligan a frenar, a escuchar, a observar, a sentir… aunque eso suponga, a veces, mirar de frente dolores que preferimos mantener escondidos.

Las interpretaciones son otro de los grandes aciertos del film. Alejadas de cualquier artificio, las actrices logran transmitir con pequeños gestos más de lo que muchos consiguen con monólogos enteros. Se percibe una honestidad palpable en cada escena, una vulnerabilidad que, más que exhibirse, simplemente existe.

Y ojo, no es una película para todos los públicos. Su ritmo lento y su tono contemplativo pueden desesperar a quienes busquen narrativas más convencionales. Pero para aquellos dispuestos a entregarse a su propuesta, Cidade; Campo ofrece una de esas recompensas que rara vez encontramos en el cine actual.

¿Vale la pena Cidade; Campo?

Cidade; Campo no es una película que busque impactar ni epatar al espectador. Es una película que respira, que vive en los márgenes del cine comercial, y que encuentra su belleza en los pequeños detalles: un gesto contenido, una panorámica silenciosa, un recuerdo que pesa como una losa.

Juliana Rojas firma aquí una obra sensible y profundamente humana, que habla de rupturas, de pérdidas, de resiliencia y de reconciliación. Una película que nos recuerda que el hogar, al final, no siempre es un lugar físico, sino algo que llevamos dentro.

Una experiencia cinematográfica que sabe a tierra mojada, a campo abierto, a ciudad inabarcable. Y que, si te dejas llevar, puede quedarse contigo mucho después de que terminen los créditos.

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