Después de alzarse con la concha de plata, el mayor galardón del 72 SSIFF, Tardes de Soledad llega a los cines españoles el próximo 7 de marzo de 2025. A Contracorriente Films estrena este documental largometraje del polémico, irreverente y siempre interesante Albert Serra.
- Fecha de estreno: 7 de marzo de 2025
- Género: Documental
- País: España, Francia, Portugal
- Año: 2024
- Duración: 125 min
- Dirección: Albert Serra
- Reparto: Andrés Roca Rey
- Música: Marc Verdaguer
Tardes de soledad es un documental que ofrece una mirada profunda al mundo de la tauromaquia a través de la figura del torero peruano Andrés Roca Rey. La película sigue al diestro durante tres temporadas, capturando momentos íntimos desde la preparación previa hasta el desenlace de cada corrida. El director Albert Serra se adentra en la estética y la espiritualidad del toreo, explorando la dualidad entre la racionalidad humana y la brutalidad del animal salvaje.
La cinta ha generado controversia y debate, especialmente tras recibir la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián en 2024. Mientras algunos la consideran una obra de arte que refleja la complejidad de la tauromaquia, otros la critican por su representación de la violencia en el toreo. El estreno en cines españoles está programado para el 7 de marzo de 2025.
Crítica de Tardes de Soledad
Si el arte es propositivo, estimulante y evocador, inevitablemente, es también una embestida. Cuando se nos reta, cuando se nos desafía intelectualmente y moralmente, cuando se nos desarma y se nos vulnera, ahí es cuando obtenemos una mayor recompensa al enfrentarnos a una obra de arte, ahí es cuando crecemos y evolucionamos. Cómo cita el historiador Andrew Graham-Dixon, no es hasta que el espectador este dispuesto a abandonar las coordenadas preestablecidas por sus prejuicios personales sin recluirse en la comodidad de una mentalidad cerrada, que no obtendrá todo lo que el arte (y la vida) tienen por ofrecer.
No es Arrakis, pero igualmente el sol deja caer el peso del atardecer sobre densas dunas de arena, pintadas del carmín de la sangre del verdugo y su presa. Es la histórica plaza de Las Ventas de Madrid, mausoleo taurómaco por antonomasia, la que ve como Andrés Roca Rey, torero de origen peruano, se debate entre la vida y la muerte en el ruedo. Mientras el gladiador vestido de luces se ve intoxicado por la fatalidad de la atmósfera, jaleado por su fiel cuadrilla, Serra aprovecha la ocasión para colocar la cámara en el ojo del huracán, en el epicentro del ruedo, para filmar desde una apabullante intimidad y una cercanía inusitada la naturaleza salvaje e hiper-violenta del toreo.
Documento vivo
Le pese a quién le pese, el toreo es un antiguo arte que corre por las venas de la nación, un rito de carácter popular adherido a nuestro ADN. Un constructo cultural omnipresente en la historia española desde el siglo XII. Ayer distendida y alegre fiesta colectiva, hoy acto repudiado, condenado y cuasi-extinto, pero por y para siempre una actividad definitoria de la identidad del país y retrato de la idiosincrasia de nuestra sociedad pretérita. Para compilar su valor artístico y contextual y exhibir de forma fidedigna su contenido teórico y práctico (su vocabulario y su gramática), Tardes de Soledad ha optado por adoptar la firme entidad de documento histórico vivo, convirtiéndose así en la enciclopedia visual definitiva de esta exótica disciplina.
Para lograr este titánico hito, Andergraund Films se embarcó en una compleja y escarpada producción a lo largo de cinco años que transitó más de diez corridas, acumuló cientos de horas de metraje y absorbió los miles de litros de sudor vertidos por domadores y bestias para firmar una obra no exenta de riesgo o polémica. Por lo que habéis podido leer entre las líneas de este texto (o intuir por la temática del mismo) es que estamos ante la aparición de un filme kamikaze, pero ojalá todos los trenes descarrilaran así.
Este supone la detonación de una bomba de relojería en el seno de nuestra sociedad, acomodada en el letargo de lo políticamente incorrecto. Albert Serra se sirve de su dialecto irreverente y mordaz (siendo esta vez más comedido en ruedas de prensa y actos oficiales), para asestar un latigazo poco piadoso a todo aquel espectador aprensivo que vea el arte cómo un medio limitado, como un felino inofensivo a buen recaudo en un cuadrilátero de acero. Algo alejado de la realidad, ya que el buen arte es por obligación fiero e indomesticable.
Barroquismo hiper-estilizado
Tardes de Soledad no se limita a hacer las veces de documento académico, está muy lejos de ser un libro de texto anodino. La cinta está conformada por imágenes apoteósicas que combinan el agrio olor de la muerte con la belleza de las coreografías que ejecutan el torero y el toro. Ambos exhortos en un éxtasis sanguinolento en el que sólo uno de los dos puede quedar en pie.


Serra construye estampas totémicas inolvidables que sostienen el metraje de forma hercúlea, apostando por un estilo visual de un barroquismo hiper-estilizado y unos manierismos formales tan arrebatadores cómo intachables. Es fascinante cómo de lo grotesco, de una herida tan profunda, se erige un baile preciosista en el que danzan sin pudor lo romántico y lo inhumano. El barro, el vello del animal, la lluvia y la sequedad, el dolor y los últimos suspiros. Todo ello se puede mascar y saborear, por lo que más de uno se terminará por atragantar.
Fina sorna
Más allá de su inigualable motor visual, encontramos también aquí el habitual enfoque crítico y humorístico del cineasta a la hora de dibujar a los estratos sociales de alta alcurnia y relacionados con la nobleza. Si en el ruedo todo es grave y no se pone en duda el peligro que entraña la profesión, es en los trayectos en limusina y en la soledad de las impersonales habitaciones de hotel que frecuentan Roca Rey y su séquito dónde las frases que se pronuncian dejan entrever una clara distorsión de la realidad.
»Eres inhumano, hijo, eres un monstruo, ole los toreros grandes». De este calibre son los piropos y elogios captados por los micros que la manada se arroja de forma constante tras rematar una faena. Algo que el realizador utiliza inteligentemente para aplicar una pátina satírica cargada de fina sorna al contenido propuesto, sin llegar a decantarse por una posición moral y ética determinada en ningún momento del propio documental.
Conclusión
Tardes de Soledad es desde ya una obra mayúscula, capital e imprescindible del cine patrio. A pesar de no ser apta para los estómagos más débiles o aprensivos, funciona a la perfección cómo documento histórico absolutamente fidedigno y al mismo tiempo, es capaz de conservar una riqueza artística estremecedora. Un desafío cinematográfico estimulante que se hará eco en los anales de la historia gracias a su condición atemporal, a su valor iconográfico y a su aportación teórica y académica. Imposible de olvidar.