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Valoración

Un tiempo después de su éxito en festivales de cine nacionales e internacionales, incluyendo la obtención del premio Horizontes Latinos en San Sebastián, El Jockey, la nueva película de Luis Ortega, llega finalmente a los cines españoles el próximo 30 de mayo.



El Jockey

  • Fecha de estreno: 30 de Mayo de 2025 en cines
  • Género: Drama
  • País: Argentina, España, Estados Unidos, México, Dinamarca, Reino Unido
  • Año: 2024
  • Duración: 96 min
  • Dirección: Luis Ortega
  • Reparto: Nahuel Pérez Biscayart, Úrsula Corberó, Daniel Giménez Cacho, Valentina Ávila, Roberto Carnaghi, Osmar Núñez, Daniel Fanego, Mariana Di Girólamo

Remo, un jinete talentoso pero marcado por una conducta autodestructiva, ve cómo su carrera se hunde mientras lucha contra adicciones y su propio pasado. Abril, también aspirante a jockey y embarazada de Remo, se debate entre continuar compitiendo o enfrentar la maternidad. Ambos trabajan para Sirena, un empresario de métodos dudosos que presiona a Remo para volver a ganar. La tensión entre la vida personal y la exigencia profesional los arrastra a un espiral caótico.

Sobre la película

El Jockey, dirigida por Luis Ortega, es una producción argentina que mezcla el drama realista con elementos surrealistas. El guion, coescrito junto a Fabián Casas y Rodolfo Palacios, dibuja una historia cargada de simbolismo y estética provocadora, donde lo absurdo convive con una cruda exploración del fracaso, la identidad y la redención.

La película fue seleccionada como la candidata oficial de Argentina para competir por el Oscar a Mejor Película Internacional en la 97ª edición de los Premios de la Academia, consolidando el prestigio de Ortega en el cine de autor latinoamericano contemporáneo. Con influencias visuales que remiten al cine de Pedro Almodóvar y una estructura narrativa no lineal, la cinta desafía convenciones y apuesta por una experiencia sensorial y emocional.

El estilo visual está fuertemente respaldado por la fotografía de Timo Salminen y una banda sonora ecléctica que incluye temas de Virus y Nino Bravo, construyendo secuencias casi coreográficas, cercanas al videoclip, como parte de su lenguaje narrativo.


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Crítica ‘El Jockey’: electricidad sequedad y humor

En esta ocasión, el cine argentino se viste de tragicomedia eléctrica, ácida, negra y seca. Luis Ortega, parafraseando cinematográficamente a distintos autores marginales caracterizados por hablar de la gente que transita los propios márgenes – Aki Kaurismaki o Damian Szifrón, por ejemplo -, diseña una película única y de un abanico sensorial tan amplio que transforma el visionado en una experiencia en si misma. A través de un exótico y apabullante ecosistema visual y sonoro, El Jockey nos sumerge en un mundo cuasi-abstracto, conformado reglas de una deformidad explícita y dominado por los instintos más bajos del ser humano.

El alcohol, el hampa, las pulsiones sexuales o la podredumbre son algunas de las unidades de medida usadas en esta fábula adulta armada como una navaja, con dos lados parejos afilados y pulidos. Uno de ellos sirve como punzante y agresivo retrato de una sociedad argentina no-tan-distópica sumida en el caos y el descontrol, mientras que el otro esgrime la esperanza y el amor cómo antídotos y vías únicas de escape. Un festín de contradicciones envuelto en un ambiente cercano a lo surreal y propulsado por un sentido del humor perspicaz, alienígena e hilarante que no convencerá a todos, aunque enamorará a unos pocos.

La imposibilidad de mirar hacia otro lado

Remo Manfredini, un montador de caballos interpretado magistralmente por Nahuel Pérez Biscayart, sufre un tremebundo accidente en una de sus carreras, lo que le convierte en un ser inerte que avanza por inercia, de forma mágica, hacia un imprevisible destino. En su periplo, será engullido por las calles de una ecléctica Buenos Aires y algunas de sus icónicas localizaciones cómo lo son el Hipódromo de Palermo, el Jockey Club y el Hospital de Clínicas. Al mismo tiempo, los escenarios interiores y su decadente arquitectura son también protagonistas, acaparando gran tiempo en pantalla.

Esto termina por provocar un atrapante, bellísimo y arrebatador contraste entre la intensa paleta de colores del film, su húmedo y pegajoso soundtrack – queda para la historia el sensual baile de Corberó y Nahuel al ritmo del Synth Pop propuesto por Virus con su Sin Disfraz – y el mundo amargo y corrupto que se exhibe mientras se enarbola el desarrollo narrativo de la obra. El Jockey se articula de modo que lo feísta, algo inherente a su naturaleza, sea adictivo y sugerente.

Existe en su magnetismo una propiedad intrínseca que imposibilita la idea de apartar la mirada, que incapacita al espectador y le despoja de libertad para alejarse de lo que está presenciando. Así de contundente y de milagrosa es esta cinta, un ave fénix que surge de las cenizas del realismo mágico y que edifica, con brío y categoría, los rasgos del cine independiente argentino moderno.

Conclusión

El Jockey avanza a tropezones, como su protagonista, pero en cada sacudida encuentra poesía, energía y mugre. Ortega no busca complacer ni moralizar: se entrega a la desmesura con la fiereza de quien filma como si fuera la última vez. El resultado es una obra que se percibe más que se comprende, una experiencia estética donde la forma no adorna el fondo, sino que lo exuda, lo sangra, lo escupe. En esta carrera donde el cuerpo tambalea pero el deseo persiste, se propone algo tan raro cómo valioso: una filosofía, una idea, una forma de habitar el mundo. Aunque sea cojeando, aunque sea con una venda en los ojos, aunque sea riéndonos mientras todo arde.

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