La niña de la cabra es de esas películas que empiezas sin tener ni idea de lo que te vas a encontrar… y acabas con un nudo en la garganta y una cabra en el corazón. Tras haber podido disfrutar de ella, en esta crítica quiero contarte qué me ha parecido de cara a su estreno en salas de cine.
- Fecha de estreno: 11 de abril de 2025
- Género: Drama
- País: España
- Año: 2025
- Dirección: Ana Asensio
- Reparto: Alessandra González, Juncal Fernández, Lorena López, Javier Pereira, Zaira Romero, Enrique Villén, Gloria Muñoz
Madrid, 1988. Elena afronta la reciente pérdida de su abuela mientras se prepara para hacer la Primera Comunión. Su amistad con Serezade, una niña que no se separa de su cabra, le lleva a plantearse si realmente el mundo es tal y como se lo han contado.
Sobre la película
La historia se desarrolla en el mes de mayo del Madrid de 1988, con la llegada del calor, las fiestas de San Isidro y el final del año escolar. A través de los curiosos ojos de Elena, seguiremos su día a día tratando de dar sentido a las enseñanzas de la catequesis antes de su Primera Comunión, la tensión que percibe entre sus padres, sus preguntas en torno a la muerte y su creciente fascinación por Serezade y su cabra.
«La Niña de la Cabra demuestra que otro cine familiar es posible. Cualquiera que tenga hijos sabe lo difícil que puede resultar encontrar una película en cartelera que haga disfrutar por igual a mayores y a pequeños. Ana Asensio lo consigue con su segundo largometraje. La Niña de la Cabra es una historia tierna e inteligente que despierta un halo de melancolía en aquellos que vivimos los años ochenta y que espero invite a los más pequeños a hacerse preguntas importantes a través de las aventuras de Elena, nuestra protagonista» (Pedro Hernández Santos, Aquí y Allí Films)
Sobre su regreso a España para este segundo proyecto, Asensio comenta: «Salí de España hace ya más de veinte años y curiosamente, cuanto más tiempo pasa, más echo de menos mi tierra. En Estados Unidos, donde resido, soy y siempre seré una extranjera. La manera de concebir el cine, como parte de la cultura y de la identidad de un país, es algo que yo comparto y de lo que me enorgullecería formar parte. Me ilusionó enormemente la idea de volver a España a rodar con la luz tan brillante de Madrid y sus espectaculares puestas de sol, volviendo a revivir esa infancia tan presente todavía en mí«.
La motivación de la directora para realizar esta película parte del deseo de plasmar los recuerdos de su infancia. «Tengo vívidos recuerdos de mi infancia. Más que de cualquier otro periodo de mi vida. Me pregunto si la forma en que recuerdo las cosas ha cambiado con el tiempo, como si reeditara las escenas de una película o si siempre fueron como las imagino actualmente. A veces, la mayoría de las veces, esos recuerdos son sensoriales: el sabor de la leche y las galletas, el sonido de una canción de aquella época o el olor de los lápices de colores«, comenta Asensio.
Crítica de La niña de la cabra
Ana Asensio regresa a España tras más de dos décadas fuera para ofrecernos una película pequeñita, con alma, de esas que parecen no querer gritar, pero que acaban resonando como un eco larguísimo. Aquí no hay grandes fuegos artificiales, ni giros de guion para rompernos la cabeza, pero sí una verdad tierna, un retrato casi tangible de la infancia, la pérdida y la extrañeza que sentimos al crecer.
La unión entre dos mundos
Elena, la protagonista, está a punto de hacer la comunión. Pero lejos de centrarse en el vestido blanco y los regalos, la película nos introduce en un proceso mucho más complejo: el de entender la muerte de su abuela, las tensiones familiares que se cuelan en cada rincón de casa, y esa creciente curiosidad hacia lo que no se puede explicar con catequesis ni con oraciones.
Es ahí donde aparece Serezade. Una niña gitana que se pasea con una cabra. Serezade, la cabra y Elena forman un trío peculiar que atraviesa la cinta con una delicadeza tremenda. Y es que La niña de la cabra es, ante todo, una peli de contrastes: la religión frente a la superstición, el hogar frente al campo, la infancia pija frente a la vida marginal, lo terrenal frente a lo mágico.
El miedo a despertar
Uno de los momentos más inesperados (y brillantes) de la peli ocurre tras una visita al Museo del Prado, cuando Elena empieza a tener visiones relacionadas con El Aquelarre de Goya. Este giro, aunque puede parecer un delirio momentáneo, se integra de forma sutil como una metáfora de su transición: del miedo al despertar, de la inocencia al cuestionamiento.
La cinta puede recordar a Las niñas de Pilar Palomero o 20.000 especies de abejas de Estibaliz Urresola, y no me extrañaría que la gente la compare con ellas en cada festival. Pero Ana Asensio va un poco más allá. Aquí no solo se habla de crecer o de dejar atrás una etapa. Aquí se muestra cómo dos niñas pueden romper los muros invisibles que los adultos levantan con prejuicios, ideologías o tradiciones. La relación entre Elena y Serezade es pura magia, no de la fantasía, sino de la que se da cuando dos seres humanos se entienden sin necesidad de palabras grandes.
La niña de la cabra es un canto a la libertad
Visualmente, el trabajo con la luz de Madrid es una maravilla. Hay planos que parecen sacados de una postal antigua, con ese sol casi dorado que ya no se ve igual desde la adultez. Y la banda sonora, con ese temazo de Olé Olé que reza no controles mi forma de vestir, sirve como perfecta declaración de intenciones para lo que la peli propone: un canto a la libertad, al pensamiento propio, y a no dejarse moldear por el qué dirán.
Eso sí, aviso: no es una película para todo el mundo. Su ritmo es pausado y hay que entrar en su código, dejarse llevar, mirar con los ojos de Elena. Si lo haces, te espera un viaje precioso, lleno de detalles, silencios y descubrimientos.