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Valoración

Greg Kwedar dirige Las vidas de Sing Sing, un emotivo drama carcelario en el que un grupo de teatro busca la redención a través del arte.

El guion, coescrito por el propio Kwedar junto a Clint Bentley, toma como referencia las historias reales de algunos de los presos que participaron en el programa.

Tras su estreno en el pasado festival de Toronto, la cinta llega a las salas españolas el 10 de enero.

  • Fecha de estreno: 10 de enero 2025
  • Género: Drama
  • País: Estados Unidos
  • Año: 2023
  • Duración: 105 min
  • Dirección: Greg Kwedar
  • Reparto: Colman Domingo, Clarence Maclin, Sean San José, Paul Raci
  • Música: Bryce Dessner

Las vidas de Sing Sing es un drama inspiracional basado en hechos reales donde un pequeño grupo de personas encarceladas en el Centro Correccional Sing Sing, una de las prisiones de máxima seguridad más famosas del mundo, intenta montar su propia producción original como parte de un taller de teatro. A través de las artes escénicas, estos hombres consiguen ver el mundo como un lugar por el que luchar.


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Crítica de Las vidas de Sing Sing

En un Hollywood tan sobrecargado de grandilocuencia, se agradece ver una producción tan sencilla y honesta. Es, precisamente, esa falta de impostación artística y barreras visuales la que convierte Las vidas de Sing Sing en una conversación a corazón abierto entre espectadores e intérpretes.

La cárcel: Lo que pides VS lo que te llega

Estamos acostumbrados a ver cárceles en la ficción en la que todo gira alrededor de lo punitivo. La violencia, los castigos físicos y las humillaciones conforman un mundo hostil en el que solo sobreviven los más fuertes.

Eso sería lo esperable en Las vidas de Sing Sing, si tenemos, además, en cuenta que la prisión neoyorquina está definida como de máxima seguridad.

Un centro penitenciario está concebido para apartar a los individuos que no están preparados para vivir en sociedad y realizar los procesos necesarios para garantizar su reinserción de manera segura para él y para los que le rodean. Una cárcel debería educarte y no terminar de romperte.

Esa utópica idea está presente en el guion de Kwedar y Bentley. Una historia dura y emotiva pero esperanzadora. La prueba de que el sistema puede funcionar es que los propios participantes del programa RTA (Rehabilitación a través del Arte en inglés) actúan en la película y son capaces de cruzar la línea que los separa de los actores profesionales.

Un espacio libre de masculinidad tóxica

Clarence «Divine Eye» Maclin recibe una invitación para participar en el grupo de teatro de la cárcel. Este duro pandillero es incapaz de quitarse de encima su pose de tipo peligroso que le ha ayudado a sobrevivir hasta ese momento y sobre la que ha construido una coraza que lo aísla de los demás y lo separa de sus propios sentimientos.

La incorporación de un elemento externo y rebelde a un sistema de reglas preestablecidas nos ayuda a vivir, de primera mano, el proceso transformador que el grupo de teatro tiene en los presos.

La idea de construir un espacio seguro en el que mostrarse vulnerable es un factor fundamental en la evolución y transformación de estas víctimas de un sistema injusto y desequilibrado.

La preparación de una obra de teatro algo peculiar sirve, en realidad, de excusa para compartir miedos, frustraciones y sueños y hacer de la vida entre rejas algo más humano y llevadero.

Las vidas de Sing Sing no se mete en ningún charco

Todos en el grupo de teatro pertenecen a minorías étnicas. Según los estudios, en Estados Unidos viven un 13% de ciudadanos negros y, sin embargo, su presencia en las instituciones carcelarias es de un 40%. Un desequilibrio por el que la película pasa de puntillas.

Kwedar no pretende provocar un incendio. Su mirada se posa con cariño y respeto sobre cada uno de estos personajes de los que apenas sabemos su pasado y a los que ni siquiera vemos fuera de ese salón de actos.

Lo que sucede fuera de ese espacio seguro, no interesa. Como los propios personajes, el espectador vive sin miedo a la violencia o sin la tensión que normalmente acompaña a las historias carcelarias en las que todo puede tornarse en un infierno en cuestión de segundos.

Observamos las relaciones que se suceden en pantalla con la tranquilidad de sentirnos seguros. Eso nos permite bajar la guardia y entregarnos a ese ejercicio bienintencionado de recuperación de la humanidad perdida.

No estamos viendo a criminales convictos sino a personas heridas en busca de algo a lo que agarrase.

Algunos critican que la historia que Kwedar ha decidido contar, blanquea un sistema de prisiones estadounidense lleno de irregularidades e injusticias y pone el foco en el sitio equivocado. El debate está servido.

El elenco

Uno de los mayores aciertos de Las Vidas de Sing Sing es el haber contado con los propios participantes del programa de teatro.

Junto al estupendo Colman Domingo, al que vimos nominado al Oscar el año pasado por Rustin, orbita un elenco de actores amateurs que se interpretan a sí mismos y que mantienen sus nombres y apodos reales: Clarence «Divine Eye» Maclin, David «Dap» Giraudy, Patrick «Preme» Griffin, Jon-Adrian «JJ» Velazquez o Sean «Dino» Johnson.

Kwedar consigue que se olviden de las cámaras y se muestren con la honestidad que lo hacían en sus días de cautiverio.

De manera inteligente, el director huye de artificios, diálogos edulcorados o situaciones forzadas para contar esta historia que parece más cerca del documental que de la ficción narrativa.

Conclusión de Las Vidas de Sing Sing

El cine independiente está de enhorabuena. Las Vidas de Sing Sing es un relato emotivo, honesto y necesario. Un ejemplo de lo que las cárceles deberían ser, un lugar en el que prepararse para empezar de nuevo.

Kwedar decide poner el foco en unos prisioneros a los que humaniza y empodera frente a la clásica imagen de víctimas con la que son normalmente reflejados en la ficción.

Este drama carcelario construye un espacio seguro para los personajes y para los propios espectadores, en el que se nos invita a reflexionar sobre la masculinidad, el poder sanador del arte y la redención.

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