Disney+, para sorpresa de muchos y recelo de otros tantos, ha decidido adentrarse de lleno en el universo de Predator. Pero no lo ha hecho siguiendo los pasos obvios o construyendo una continuación directa de lo anterior. Nada de eso. En su lugar, ha lanzado Predator: Asesino de asesinos, una cinta animada, antológica, sin diálogos apenas, con una violencia desmesurada y con una ambición artística que, honestamente, no veía venir en una producción de estas características.
La película, codirigida por Dan Trachtenberg y Josh Wassung, se articula a través de tres relatos completamente distintos entre sí en cuanto a localización, época y estilo, pero todos conectados por una misma amenaza: la de ese ser invisible, con visión térmica y herramientas de otro mundo, al que llamamos Predator. Un personaje que, pese a sus altibajos cinematográficos, sigue teniendo una capacidad para fascinar que muchas franquicias quisieran para sí.
- Fecha de estreno: 6 de junio de 2025
- Género: Animación, Acción, Ciencia ficción
- País: Estados Unidos
- Año: 2025
- Dirección: Dan Trachtenberg, Josh Wassung
La película antológica sigue a tres de los guerreros más salvajes de la historia de la humanidad: una vikinga que guía a su joven hijo en una sangrienta búsqueda de venganza, un ninja del Japón feudal que se enfrenta a su hermano samurái en una brutal batalla por la sucesión y un piloto de la Segunda Guerra Mundial que vuela en busca de una amenaza desconocida que podría afectar la causa de los Aliados. Pero aunque cada uno de estos guerreros son asesinos por mérito propio, no son más que presas para su nuevo enemigo: el mayor asesino de asesinos.
Predator: asesino de asesinos está dirigida por Dan Trachtenberg, con Josh Wassung, del estudio de animación The Third Floor, como codirector. El guion está escrito por Micho Robert Rutare, a partir de una historia desarrollada por Trachtenberg y Rutare, basada en los personajes creados por Jim Thomas & John Thomas. Los productores son John Davis, Dan Trachtenberg, Marc Toberoff, Ben Rosenblatt, con Lawrence Gordon, James E. Thomas, John C. Thomas y Stefan Grube como productores ejecutivos.
Crítica de Predator: Asesino de asesinos, de Disney+
La película arranca sin rodeos. No hay largas presentaciones, ni desarrollo progresivo. En cuestión de minutos, el espectador se ve sumergido en una narrativa visual potente, cargada de ritmo y ambientación, que no necesita palabras para hacerse entender. El lenguaje aquí es el de la imagen, la música y la acción. Y qué acción. Desde su primer segmento, titulado “El escudo”, nos queda claro que esto no va a ser una película de animación como las que estamos acostumbrados a ver en el streaming. Aquí no hay concesiones, ni filtros, ni esa capa de corrección estética que a veces lo empapa todo. Lo que hay es sangre y una declaración de intenciones directa al mentón.
El escudo
“El escudo” nos traslada a una comunidad vikinga lúgubre, despiadada, donde una mujer, guerrera y madre, inicia una cruzada sangrienta con su joven hijo. La ambientación, por momentos, recuerda al estilo de El hombre del norte de Robert Eggers, pero más compacto, más rabioso, más centrado en la acción que en el folklore. Y funciona. Porque esa atmósfera oscura se rompe de golpe con una secuencia en plano secuencia que, si no te engancha, ya puedes salirte del visionado. La protagonista, una valquiria implacable, entra sola a un poblado enemigo y desata un espectáculo de violencia que no tiene nada que envidiar a los grandes momentos del cine de acción moderno. Lo impactante es que, aún en medio de tanta barbarie, la película se permite hablar de otras cosas. Del legado, del vínculo madre-hijo, de la idea de la muerte como parte del camino. Pero es justo cuando todo eso empieza a cuajar que el verdadero protagonista de esta historia aparece. El Predator, claro. Invisible al principio, letal cuando se manifiesta. Y cuando lo hace, arrasa. Como una tormenta de tecnología y muerte en un mundo que aún vive entre dioses y sacrificios. La llegada del Predator cambia las reglas del juego y, ya de paso, también las pulveriza. Lo que parecía una historia de venganza vikinga se convierte en un combate por la supervivencia contra un ente que, literalmente, no pertenece a este planeta.
Y eso es lo que más me gusta de esta propuesta. Que por mucho que cambien las armas, el idioma o el código de honor de cada protagonista, todos acaban en la misma situación: frente a algo que no entienden, que los supera, que no tiene piedad ni contexto cultural. Y ahí radica la grandeza de Asesino de asesinos. En cómo plasma esa sensación de impotencia compartida entre culturas que nunca se conocieron.
La espada
La segunda historia, “La espada”, nos lleva al Japón feudal, donde un ninja y un samurái, hermanos enfrentados, protagonizan un relato de honor, herencia y traición. Aquí el estilo cambia por completo. Si en la anterior todo era salvajismo, barro y fuego, ahora lo que domina es la contención, el silencio y la precisión. Es una violencia más elegante, más estilizada, más limpia, si se quiere. La película juega con el ritmo, con la pausa, con esa cadencia japonesa tan particular, hasta que, una vez más, aparece el invitado estelar. El Predator, en este caso, se introduce como una figura que rompe el equilibrio, que desmonta la lógica de las armas tradicionales con su brutalidad deshumanizada. Es curioso, porque aunque la historia arranca con una narrativa muy clara sobre el honor y la sucesión, lo que más me atrapó fue ver cómo todo eso se convierte en algo irrelevante cuando entra en escena un cazador sin alma, sin patria, sin razón. Como si el propio concepto de honor muriera ante la lógica salvaje del exterminio.
Y es que lo mejor de esta segunda parte no es su belleza —que la tiene— sino cómo nos hace entender que da igual lo refinada que sea tu cultura, lo pura que sea tu técnica, lo pulido de tu código moral. Ante el Predator, todo eso cae. Aquí, la animación toma una estética muy distinta a la del primer segmento: más etérea, con una paleta de colores que recuerda a la pintura tradicional, y con una dirección artística que prioriza la atmósfera sobre el impacto directo. Aún así, cuando llega el momento de la matanza, no hay filtro que valga. Todo se muestra y se siente.
La bala
Pero quizá el relato más sorprendente sea el último: “La bala”. Ambientado durante la Segunda Guerra Mundial, seguimos a un piloto aliado en una misión aérea que pronto se convierte en algo mucho más extraño de lo que esperaba. Esta es, sin duda, la historia más luminosa visualmente, pero no por ello menos intensa. El estilo visual aquí se acerca a lo bélico, con paisajes abiertos, cielos incendiados y aviones en pleno combate.
Las escenas de aviación son espectaculares, con una sensación de movimiento y tensión que muchas producciones de acción real no logran ni rozar. Pero lo que hace grande a este segmento no es solo su poderío técnico, sino cómo gestiona el conflicto humano en paralelo al monstruo exterior. La guerra se convierte en un simple decorado para el verdadero enfrentamiento: el del hombre contra lo desconocido. Y ese hombre, solitario, dañado, herido por dentro, encuentra en el Predator un reflejo de su propia condena.
Predator: Asesino de asesinos es una de las mejores cintas de la saga
Lo mejor de Predator: Asesino de asesinos es que, aún siendo una antología, no se queda en el capricho estilístico o en la sucesión de segmentos. Hay una conexión final, una revelación que une las piezas y que otorga sentido al título. Sin entrar en detalles, solo diré que el cierre emociona, y mucho. Porque, en medio de toda esa sangre, el film consigue transmitir algo más. Algo que tiene que ver con la resistencia del ser humano, con su fragilidad y su fuerza, con la forma en que distintas culturas y generaciones han afrontado el horror con los medios que tenían. El Predator es el mismo, pero los humanos cambian. Sus armas, sus idiomas, sus motivaciones. Y sin embargo, todos acaban gritando igual. Luchando igual.
La banda sonora, por su parte, es otro de los grandes aciertos. Cada segmento tiene una identidad sonora propia, pero todos comparten una base común que da cohesión a la experiencia. Pese a la escasez de diálogos, o quizá precisamente por eso, la música se convierte en el hilo conductor emocional. Se adapta al contexto de cada época sin dejar de recordarnos que estamos dentro del mismo universo narrativo. Y eso, en una película así, es vital.
Una mención especial merece también el trabajo del estudio de animación The Third Floor, que con esta obra firma su primer largometraje animado completo. Y lo hace por todo lo alto. Fundado en 2004, el estudio ha trabajado durante años en la previsualización de grandes producciones, pero aquí demuestra que está más que preparado para asumir proyectos de este calibre. La animación es fluida, expresiva, con un nivel de detalle que no escatima en recursos ni en ambición. Cada historia tiene una estética distinta, un ritmo visual propio, y eso es mérito de un equipo que claramente ha dejado el alma en este proyecto.
Quizá el único punto flaco —si es que hay que poner uno— sea la duración limitada de cada historia. Con apenas 25 minutos por segmento, hay poco margen para el desarrollo profundo de personajes. En algunos casos, eso hace que las emociones no terminen de calar del todo, que los protagonistas se sientan más como arquetipos que como seres vivos. Pero incluso eso juega a favor del conjunto. Porque, al fin y al cabo, aquí lo que importa no es tanto quiénes son ellos, sino lo que representan.
Y eso es lo que Asesino de asesinos entiende a la perfección. Que el Predator no necesita una continuidad narrativa lineal para ser temido. Lo que necesita es contexto, contraste, y víctimas que estén a la altura. Y en esta película las tiene. En tres épocas distintas, con tres códigos morales diferentes, y con tres formas de morir que se quedan en la retina.
Así que sí. Predator: Asesino de asesinos es una de las sorpresas del año. Una película que no solo demuestra que la animación para adultos sigue teniendo muchísimo que decir, sino que lo hace abrazando el legado de una saga mítica sin necesidad de repetir fórmulas. Una película que arriesga, que golpea, que emociona. Y que, con cada cabeza que rueda y cada cuerpo que cae, nos recuerda que los asesinos pueden tener muchas formas… pero que hay uno que los supera a todos.
El depredador. El verdadero asesino de asesinos.