la-guerra-de-audrey-resena

Valoración

Hay cómics que se leen. Otros que se observan. Y algunos —los menos— que se sienten. La guerra de Audrey, la nueva novela gráfica de Salva Rubio y Loreto Aroca, entra con fuerza en esta última categoría. Porque sí, se puede narrar la Segunda Guerra Mundial sin mostrar trincheras, armas ni campos de concentración… y aun así dejarte con un nudo en la garganta y el pecho apretado.

Conociendo a la auténtica Audrey Hepburn

Quienes ya conocían el trabajo de Rubio y Aroca en La bibliotecaria de Auschwitz sabrán que no se andan con medias tintas. Y aquí vuelven a acertar de lleno al centrarse en un episodio casi olvidado (o directamente ignorado) de la vida de Audrey Hepburn: su infancia durante la ocupación nazi en los Países Bajos. Una infancia marcada por el miedo, la escasez y los sueños imposibles.

La clave, como casi siempre en estos casos, está en el enfoque. Porque La guerra de Audrey va más allá de ser una biografía al uso, un panfleto histórico o una exaltación banal de la actriz. Este es el retrato de una niña que soñaba con ser bailarina mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor. Una historia de supervivencia sin estridencias, sin héroes de cartón piedra, sin frases grandilocuentes. Y eso, precisamente, es lo que la convierte en algo especial.

¿Vale la pena?

El guion de Salva Rubio me ha parecido realmente interesante gracias a la manera en la que logra una síntesis emocional. Diría que no sobra ni una viñeta. Ni un silencio. Ni una mirada. Es elegante y sobrio, pero nunca distante. Y, sobre todo, consigue lo más difícil: que empaticemos con Audrey no por ser un icono de Hollywood, sino por ser una niña más en mitad del horror. Una niña que no deja de soñar con bailar, incluso cuando su estómago gruñe de hambre.

la-guerra-de-audrey-librola-guerra-de-audrey-libro

Y luego está el dibujo de Loreto Aroca. Qué sensibilidad. Qué dominio del color, de las expresiones, de la atmósfera. Sus ilustraciones son de esas que, más que mirar, se respiran. Consigue que el lector esté allí, en ese sótano, en ese ensayo, en esa ciudad tomada por el miedo. Y eso, en una novela gráfica, es oro puro.

¿Es perfecta? Pues no, claro. A ratos uno podría echar en falta algo más de riesgo narrativo, o cierta profundización en personajes secundarios que aparecen y desaparecen casi como fantasmas. Pero sería injusto ponerle pegas de más a una obra tan honesta, tan cuidada, tan necesaria.

En un momento en el que la palabra resistencia se usa con demasiada ligereza, La guerra de Audrey nos recuerda que resistir también es soñar, bailar y no rendirse. Que el arte, incluso el más frágil, puede ser un acto de rebeldía. Y que, a veces, las guerras no las ganan los soldados, sino las niñas que se niegan a dejar de imaginar un mundo mejor.

Conmovedora, bella y profundamente humana. De esas lecturas que se quedan contigo cuando cierras la última página.

Ver fuente

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *