
A pesar de que ‘El Eternauta’ redunda en su idea sobre la humanidad y deja vacío su revestimiento apocalíptico, cuenta con una factura técnica que debería ser la envidia del resto del mundo
Reseña / Opinión de ‘El Eternauta’, serie de Netflix. En la plataforma desde el 30 de abril.
Netflix, en su búsqueda constante de relevancia y acaparamiento de espectadores, ha decidido, con bastante acierto esta vez, adaptar ‘El Eternauta’, la famosa, influyente y septuagenaria historieta argentina de ciencia ficción. La obra original, a la que el país latinoamericano rinde un cariñoso culto, sin embargo, ha tenido que pasar por un arduo proceso adaptativo debido a que el mundo que conoció la historia original no se parece en nada al mundo que va a conocer esta serie. Por lo que no faltará la polémica entre aquellos nostálgicos más estrictos.
‘El Eternauta’, sin entrar mucho en detalles, puesto que su amplio campo de acción a duras penas permite acercarse a ella sin spoilers, trata sencillamente sobre un apocalipsis. Una lucha por la supervivencia ante una nieve tóxica que no permite salir al exterior. Es entonces cuando Argentina como país, como conjunto de seres humanos, debe comprender que «nadie se salva solo».
El gran favor que hace el formato original
Sobra decir a estas alturas que ni la historieta ni ahora la serie centran su esencia en el propio apocalipsis, sino que, como todo fin del mundo que se precie, se sostiene por la cuestión humana. Poner al ser humano al límite para hacer una exploración del mismo quizás sonase novedoso en los años 50, pero ahora, teniendo en cuenta los caminos apocalípticos que ya ha recorrido el espectador y que se conoce de sobra, esta cuestión se vuelve rutinaria. Porque sí, la adaptación cronológica tiene un sentido, pero ni hay ni podría haber habido (de nuevo, por razones nostálgicas), una adaptación de su estructura narrativa para, con ello, haber dado un poco de espacio a la novedad. Al fin y al cabo, la propuesta narrativa de ‘El Eternauta’ no difiere mucho de una temporada de ‘The Walking Dead’.
Como vemos, la adaptación de una historieta tan alejada en el tiempo puede traer consigo unos problemas muy latentes. Sin embargo, también tiene sus pros. El formato cómic permite que su estructura se muestre ligera. Es decir, los momentos cumbre pueden sucederse con más frecuencia y agilidad, permitiendo así a la serie tener un ritmo elevado. Sus necesarias pausas para tratar a los personajes se enmarcan en pequeños momentos aislados entre instantes de tensión. Tensión que, por cierto, llega a cotas más que aceptables a pesar de ocurrir en situaciones que ya entendemos como previsibles. Por lo que, al contrario de lo que pueda parecer, la serie tiene una rápida métrica gracias a su peculiaridad. ‘El Eternauta’ está impregnada de cierta urgencia porque tiene que transitar por muchos lugares para contar su historia. Y, ciertamente, en solo seis episodios han pasado un millón de cosas.
La cuestión cultural
Si algo guarda especial interés dentro del ‘El Eternauta’ para aquellos espectadores situados fuera de las fronteras de Argentina son los factores culturales que provocan a los personajes afrontar este apocalipsis de una manera determinada. Aunque hayamos dicho que el desarrollo no es demasiado original en este mundo ya saturado de obras apocalípticas, sí que guarda originalidad a la hora de enfrentarse a esas situaciones tan comunes. Y es que la cultura argentina parece que abordaría el fin del mundo de otra manera. Mientras nosotros, acostumbrados entender la situación como una oportunidad para dejarnos llevar por nuestro mal intrínseco, los argentinos optan por un hermanamiento ante la incertidumbre que al mundo occidental puede resultar incluso extraño. Por desgracia, esta idea es prácticamente la única que cuenta con considerable importancia a lo largo de toda la temporada, por lo que rápidamente se vuelve redundante. La exploración del asunto cultural, por tanto, se queda un poco a medias.
El protagonista, Juan, interpretado por un siempre estupendo Ricardo Darín, se convierte en un héroe. Deja de lado su individualidad por el bienestar del colectivo, aunque en ocasiones su solidaridad con el ser humano se vea entre la espada y la pared y tenga que tomar decisiones que pongan vidas en peligro. Pero Juan se convierte en esta adaptación en el prototipo de héroe post-covid, enfrentado a la destrucción ambiental y a la división social. Un héroe que ha de conciliar su mundo para crear unas bases para su supervivencia. En este sentido sí que la historia original ha sabido aclimatarse a la situación del mundo actual.

La estética de los múltiples apocalipsis
‘El Eternauta’ va a por todas. En todos los sentidos. Su visión del fin del mundo es tan amplia que podríamos decir que hay varios apocalipsis en uno. De nuevo aquí el formato historieta da para explorar diferentes ámbitos. Podríamos decir que la serie se divide en dos: la parte de la supervivencia humana y la parte de ciencia ficción pura y dura, y en ambas hay numerosas ramificaciones hasta el punto de tocar casi todos los palos presentes en ellas tradicionalmente. Desde sueños premonitorios hasta horrores cósmicos. De ambición va sobrada.
Pero donde es verdaderamente ambiciosa esta adaptación por sí misma es en su apartado técnico. Una fotografía excelente que no tiene miedo de ir desde el blanco más hastiado hasta la explosión de colores. Y todo iluminado perfectamente, ya sea de noche o de día. Y también su apartado de sonido, paradógicamente brillante con los silencios, merece ser mencionado. Pero sobre todo donde se notan sus pretensiones de grandeza, es en el tiempo que decide pasar en exteriores. Y su premisa le hacía mucho más fácil encerrarse entre cuatro paredes. Pero ‘El Eternauta’ sale a la calle y consigue así hacer de Buenos Aires un personaje más, una ciudad que se vuelve tangible.
En definitiva, Netflix Argentina ha conseguido hacer una superproducción con todas las de la ley aún y contando con un presupuesto ajustado. Y, a pesar de unas ideas que lastran un poco la temporada en general, los argentinos deberían estar orgullosos de lo que se ha podido hacer en su país. Y Hollywood debería mirarlos con envidia.