
‘Operación Hunt’ denuncia los vicios surcoreanos y rompe con los clichés de las cintas de acción
«Estoy seguro de que tú eres Donglim y voy a probarlo», acusa Kim Jung-do a Park Pyong-hong, para rematar con la discusión que ambos directores de la Agencia Central de Inteligencia de Corea —KCIA, por sus siglas en inglés (Korean Central Intelligence Agency)— empezaron tras salir de una reunión con su jefe. La discusión escaló a tal grado que ambos funcionaros se agarraron a golpes y terminaron rodando por las escaleras de la dependencia. Tras un estira y afloja bastante interesante, ya no ocultan que desconfían del otro.
‘Operación Hunt’ es el debut como director de Lee Jung-jae, mundialmente reconocido por su papel de Seong Gi-hun en ‘El juego del calamar’. Con el mismo tono de crítica social que la aclamada serie, la película en la que el director también funge de protagonista denuncia el totalitarismo en Corea en Sur y se burla de los partidarios de los regímenes militares, la corrupción y, por supuesto, la guerra. Revisemos con atención algunos de los pormenores de la producción.
Cuando la historia y la ficción se encuentran
En 1983, varios surcoreanos avecindados en Washington protestan contra el régimen totalitario que quiere imponer el actual mandatario de su país, Chun Doo-hwan. Y parece que no son los únicos molestos: un ala más radical va por la cabeza del presidente, lo que desata un caos en lo que presumiblemente sería una reunión entre jefes de Estado. El agente encargado de seguridad y de atrapar al asesino que intentó acabar con la vida del dictador no es Park Pyong-hoo (Lee Jung-jae), respetado agente de la KCIA y actual director de asuntos internacionales del mismo. Entre su equipo destaca Bang Joo-kyung (Jeon Hye-jin), su mano derecha y básicamente los ojos y oídos del hombre tanto fuera como dentro de la dependencia. Tras una cardíaca persecución, en la que Park es tomado de rehén, el operativo acaba con el asesinato del fallido homicida en manos de Kim Jung-do (Jung Woo-sung), director de los asuntos nacionales de la KCIA.
Ambos hombres tienen que rendir cuentas a su jefe, quien no teme informales que al interior de la dependencia hay un espía norcoreano, al que todos se refieren como Donglim. Así, comienza una dinámica en la que ambos departamentos comienzan a espiarse, con la intención de descubrir si en el otro equipo se encuentra la persona que ha estado comprometiendo la seguridad nacional del país. Lo que comenzó como algo amistoso, a pesar de que ambos hombres empezaron con el pie izquierdo (Bang fue el encargado de torturar a Park durante el cambio de régimen, cortándole todos los nervios de la mano izquierda), se convierte en una confrontación abierta tras el fracaso de la Operación 417, en la que varios agentes surcoreanos pretendían infiltrarse en el vecino del norte, para averiguar más sobre el desarrollo de un programa nuclear militar, pues de acuerdo con un físico norcoreano —quien solicitó su apoyo para escapar del régimen aprovechando un viaje con la delegación de su país a Japón—, Donglim filtró todos los detalles de la maniobra a Corea del Norte.

Park considera que Chung está implicado en un caso de corrupción gubernamental y que la empresa que abastece de material militar al ejército surcoreano es una fachada para desviar dinero a una causa más turbia. Por su parte, Chung, después de revisar la lista de agentes que estuvieron implicados en las últimas operaciones fallidas, está seguro de que Park es Donglim y decide interrogar a la hija adoptiva de su rival, quien es oriunda de Corea del Norte, para probar su punto. Sin embargo, más allá de averiguar quién tiene la razón, parece que ambos funcionarios están involucrados en una operación más grande y que sus bandos tienen un objetivo en común: evitar que la tentación totalitaria controle Corea del Sur.
‘Operación Hunt’: la tentación totalitaria que cede ante la acción hollywoodense
Las películas de acción usualmente caen en los mismos clichés y salvo ligeras modificaciones (suceder en mundos fantásticos en lugar del mundo real, incluir carros o motos, etcétera), la historia es prácticamente la misma. Por eso, lo que sorprende de la producción de Lee Jung-jae es la forma de revitalizar al género poniendo al centro la noción de verdad, tema recurrente en las producciones del este y sureste de Asia. Así, ‘Operación Hunt’ es todo lo que ‘Puente de los espías’ pretendió ser: en la película surcoreana no hay medias tintas ni maniqueísmos y se denuncia en vivo y a todo color el régimen totalitario instaurado en el país, cuyos resabios se resienten hasta la actualidad.
Así, a través de secuencias y de narraciones de tortura, de justicia a modo y de ineficiencia gubernamental, las imágenes logran provocar a la audiencia. De más está decir que algunos de los temas retratados, con énfasis en la corrupción, siguen más vigentes que nunca. Otro gran acierto fue evitar el retrato del enemigo como malvado y lo cierto es que en ‘Operación Hunt’ todos los personajes están perfectamente construidos y son capaces de representar la ambivalencia humana. A esto se suma la versión no romantizada de los servicios de inteligencia ni de sus empleados. En resumen, el debut como director de Jung-jae se suma a las películas que son capaces de denunciar de forma inteligente los vicios de nuestra época.

Ahora bien, lo anterior no quiere decir que no existan deficiencias tanto en forma como en fondo. Con respecto a las primeras, destaca la inserción de flashbacks que dificultan seguir una historia que per se es compleja. La situación se complejiza más sobre todo al momento de retratar la masacre de Gwangju: apenas y se brinda contexto a la audiencia y lo cierto es que la visión de Chungo sobre el episodio no aporta demasiado (aunque se agradece que no es pornomisérica). Lo mismo se puede decir de los recuerdos de Park en Japón: ¿de verdad era necesario meter tres veces la secuencia para revelar algo que ya se veía venir?
Sin embargo, las cuestiones anteriores palidecen frente al área de oportunidad de fondo: el bien construido largometraje sucumbe ante la acción hollywoodense, que explota —en todo el sentido de la palabra— durante los últimos 30 minutos: espías que sobreviven a disparos en el pecho, francotiradores con una puntería sobrehumana, hombres capaces de perforar lo que en teoría son vehículos blindados y una bomba en el lugar en el que se reunirían jefes de Estado y de gobierno (libre adaptación de los atentos de Rangún, Birmania, del 09 de octubre de 1983). Afortunadamente, justo cuando parecía que la película había pedido demasiado de nuestra atención para no cumplir ninguna de sus promesas, nos da una última revelación, acompañada de una despedida que nos recuerda que ni el totalitarismo ni la violencia favorecen a construir sociedades prósperas o seguras.
Valoración
A pesar de sus claras deficiencias durante los últimos 30 minutos, ‘Operación Hunt’ evita los clichés de las películas de acción y critica de forma mordaz el totalitarismo y el cinismo imperante en la escena política de Corea del Sur.