
La actriz Assumpta Serna nos habla de su extensa e internacional trayectoria profesional, sus proyectos más queridos, su salto a Hollywood y su labor como docente
Resulta fascinante escuchar la voz de Assumpta Serna (Barcelona, 1957) al otro lado del teléfono, y ser testigo de cómo transmite el amor profundo por su oficio y, sobre todo, porque el relato de su prolífica trayectoria profesional pueda ser útil. “He sido pionera en hacer carrera internacional y en estar allí [en Hollywood]. También en ayudar a la gente que había venido, como Antonio Banderas, presentándole a gente, invitándole a fiestas, intentando que estuviera y hacer esa labor de unión, de comunidad. Sobre todo, porque yo no la he tenido, estaba lejos de ella. Me he sentido muy sola”, cuenta.
Es una de nuestras actrices más internacionales. Enumerar todos sus logros es complicado (son tantos…), pero no está de más decir que posee más de 25 premios internacionales, ha participado en más de 115 películas y hecho alrededor de 47 personajes televisivos y en 6 idiomas distintos: habla perfectamente inglés, francés, italiano, portugués, catalán y castellano. Su éxito y consolidación han servido para como bagaje y experiencia que la actriz ha puesto al servicio de alumnos e interesados en la interpretación frente a la cámara. Desde 2004 preside la Fundación Internacional First Time y dirige la Escuela Assumpta Serna, donde junto a su marido, el también actor Scott Cleverdon, se proponen “ayudar a mejorar la calidad de las obras audiovisuales y la profesionalización de todos los colectivos que actúan en el sector audiovisual, otorgando herramientas de formación, mejora de procesos y difusión de valores”.
Empecemos por el principio: naces la Barcelona de finales de los 50. ¿Tenía tú entorno algo que ver con la interpretación?
Nadie de mi familia se ha dedicado a esto nunca. Pienso que hubiera sido todo más fácil si hubiera habido alguien que me hubiese abierto el camino, pero no. Hay muchas cosas que he tenido que aprender por mí misma y eso retrasa las cosas, al no conocer la profesión. Yo siempre he tenido mucha envidia a los Guillén Cuervo, a los Bardem… hubiese sido más fácil, la hubiese entendido mejor, no tendría que haberla ido descubriendo. Tampoco es que a mí me rondase la idea de la fama y todo eso, no concebía esto como tal.
¿Cómo te adentraste en el mundo del teatro?
En realidad, porque estaba en un grupo de teatro de aficionados desde los 14 años. Un grupito con el que me reunía para jugar al tenis en la Salle del Congreso. Mis padres eran amigos de varios de los padres de algunos de allí y yo veía que después decían: “Nos vamos al teatro”. Y yo me quedaba pensando: “Pero esto del teatro, ¿Qué es? ¿qué hacéis? “Mira, pues estamos haciendo esto y lo otro. Vente”. Convencí a mi padre para que me dejaran. Me encantó. En aquel momento había dos personas que eran los profesores y estábamos haciendo un repaso de los clásicos, análisis de las lecturas… cosas que me hicieron pensar que era algo muy riguroso, muy serio, muy de entender los mundos de los otros, y eso me gustó muchísimo.
Cuando empecé a hacer con ellos los ensayos, me di cuenta de que me gustaba mucho la escuela, me gustaba leer en voz alta, hacer interpretaciones y estar siempre dispuesta a todo lo que hiciese falta. Yo creo que esta curiosidad es el hecho de que amigos míos, de entre 14 y 17 años más o menos, haciendo obras de teatro los domingos, con los padres de los alumnos, etcétera, que veía que se reían, que hacíamos comedias, hacíamos un poquito de todo. De ahí, tres o cuatro personas de este grupo nos fuimos al Instituto del Teatro. Fue gracias a los maestros que tuvimos en aquel momento.

De esos estudios formativos iniciales, ¿saliste capacitada para afrontar la profesión? Es decir, ¿te hacen ver cómo es el mundo laboral?
No, para nada. Incluso ahora las escuelas no tienen esa inserción profesional en sus currículums. Para mí esto siempre ha sido un poco un error. Pienso que hay que hablar sobre las asociaciones, hay que hablar sobre los convenios, hay que hablar sobre la ética en cuanto a por qué escoges un trabajo y no otro, etc. Y es lo que yo he procurado a través de la formación. También hay un error fundamental, vamos, un gran vacío que es el cine. Recuerdo que la gente en aquel momento consideraba el cine como algo inferior. El teatro era donde los actores demostraban su arte y el cine no era arte. Entonces cualquiera podía hacer cine. Eso era lo que la gente pensaba.
¿La inserción al cine te costó?
Después de hacer ‘La orgía’ vi cosas que nunca me habían contado. Gracias a Bellmunt, que nos permitió acudir a las proyecciones, tuve la oportunidad de estar y saber lo que se hacía, entre todos. Entendí mucho lo que era la cámara, lo que se ve y lo que no se ve… El poder estar en todo eso me ayudó muchísimo. Siempre se lo aconsejo a mis alumnos. Ahora mismo, en las escuelas oficiales casi no hay nada de cine. He luchado durante muuuuchos años, yo misma, para intentar cambiar esto.
Sorprende que, teniendo en cuenta el auge de las plataformas y de lo visual, la formación en lo audiovisual siga siendo tan escasa.
Bueno, primero, nadie sabe hacerlo. La gente que hace audiovisual no lo enseña. Los que están en una escuela de teatro, normalmente, su salida más usual es seguir siendo profesores de escuela de teatro o de otras escuelas, con lo cual no tienen contacto con la profesión, sino con aquello académico que les han enseñado. Por lo que no hay una adecuación de los currículums a la profesión o las necesidades de la industria. Y eso es grave porque son programas de formación oficiales, por lo tanto, cuesta mucho cambiarlos. La gente tampoco ha tenido esa formación que hay que tener en el trabajo para poder entender qué es lo que hay cambiar: acostumbran a ser reductos a las escuelas de teatro. Los programas de formación son muy lentos de cambiar y, realmente, la gente tampoco sabe muy bien qué es lo que se necesita en la profesión.
Aunque esto ha pasado también en las universidades, no solamente en lo nuestro. Se han quedado en un mundo académico sin realmente tener una preocupación para luego ver dónde vas a poder encontrar trabajo. La gente un poco va a lo que más estudia, lo que más brillo tiene. En este momento, parece que todo el mundo quiere ser actor, pero claro, su formación no está equilibrada con lo que realmente el actor necesita en el lugar de trabajo, ni siquiera en la industria. Por eso hay una proliferación de escuelas que no son oficiales, porque los programas de formación cuestan mucho mover, es una pelea.
«Necesitaba resultados rápidos para poder vivir, y el cine me los dio»

[Assumpta Serna ha sido constante y reivindicativa desde sus inicios. Incluso cuando tuvo que hacer frente a la negativa de su familia a que se dedicase a las artes escénicas. “Al principio llegamos a una especie de acuerdo en el que yo estudiaba Derecho si mi padre me dejaba hacer teatro, que tenía mucha ilusión en mí porque siempre sacaba muy buenas notas”. Logró combinar ambas cosas durante algo más de tres años, con excelentes resultados, pero al ver que eso no terminaba de cuajar, vinieron los problemas. “Empezamos a tener disgustos en casa porque eso [el teatro] me fascinaba y mi padre no lo quería como profesión. Además, coincidió que estando en la escuela, una serie de gente, tuvimos la idea de hacer ‘La Orgia’«.
La película con la que debutó Assumpta Rodés (que así firmó su participación: con el apellido de su progenitor antes de que éste le prohibiese utilizarlo si lo que quería era ser actriz). Dirigida por Francesc Bellmunt y organizada por Juanjo Puigcorbé, contó con Silvia Munt, Vicky Peña, Francesc Albiol o Carme Elías, entre otros. “Esta idea era tan bonita. Para nosotros fue la expresión de lo que éramos y, además, era una comedia”, pero que, al mismo tiempo, “chocaba completamente con las creencias de mis padres, con el honor y el pundonor. Ahí tuvimos una gran crisis que duró muchos años y que hizo que me fuera de casa a los 23 o 24, realmente movida con ese motor”, cuenta Assumpta Serna, cuyo único propósito entonces era conseguir trabajo y ganarse la vida con ello, porque tuvo claro que de sus padres no iba a recibir ayuda alguna.
“Más tarde, casi a los 40 años, eso me pasó factura porque me empecé a preguntar si realmente esta profesión la hice porque me empeñé en contra de mi padre o si realmente es lo que me gustaba”, reflexiona. “Pero tuve trabajo enseguida. Lo primero que hice fue teatro profesional con Dagoll Dagom. Era una época muy interesante, porque a finales de los 70, principios de los 80, había movimiento social muy fuerte en cuanto a expresión, a movimiento. Había que decir muchas cosas sobre lo que habíamos vivido, sobre cómo nos gustaría vivir”].
Un fiel reflejo de lo que era la profesión, ¿no?
A mí me sirvió un poco de paralelo. Éramos una sociedad más mojigata, que no dejaba realmente a las mujeres progresar. Digamos que el teatro eso lo olía. El teatro era, pues eso, libertad, expresión pura. Y a mí entraba mucho dentro de lo que yo en ese momento, como joven y como sociedad, pedíamos también esa libertad de todo.
Te mudas a Madrid, no sé si por una circunstancia personal o porque considerabas que la profesión estaba tan centralizada que en la capital tendrías mejores o más oportunidades.
De hecho, es así. Incluso ahora, a pesar de que hay una pequeña industria en el País Vasco, en Andalucía o en Cataluña, todavía, las grandes majors, en este momento las plataformas, pasan por Madrid. Por tanto, hay muchas más posibilidades y maneras de poderse ganar la vida en una ciudad donde está todo. De todas maneras, sí es verdad que yo lo viví como una necesidad. De hecho, nunca me planteé otra cosa que seguir donde hubiese trabajo. Iba a las productoras, dejaba curriculums, invitaba a la gente a que viniera al teatro… digamos, hice mi propia promoción personal.
Estuve en películas de todo. ¿por qué en películas? Pues porque a mí siempre me gustó mucho, desde mi primera película, investigar cosas que yo no sabía, y estaba siempre curiosa. También vi que era el camino más regular, o más claro, para encontrar trabajo. El teatro era más precario. Yo necesitaba resultados rápidos para poder vivir, y el cine me lo dio. Todavía hoy hay mucho más dinero y más oportunidades en el audiovisual. Además, el cine me daba más posibilidades de hacer cosas que a mí me gustasen. Trabajé con Pilar Miró, haciendo una cosa muy pequeñita… y así empecé.
De todos modos, antes había vivido cosas también muy malas, de ni siquiera tener un sitio para estar. Con Tristancho [Carlos, su primer marido] vivía en una habitación en la calle Motera, no te digo más. Todo era muy precario y lo poco que tenía me lo gastaba en el taxi para ir presentable al sitio porque quería que la gente tuviese buena impresión, y no comía. Quería que viesen lo mucho que me importaba esta profesión. Siempre ponía la profesión antes que cualquier comodidad personal.
[Assumpta Serna hizo constar esa pasión en esas iniciales y fugaces apariciones en la gran pantalla de la mano de Pedro Almodóvar en su debut en el cine ‘Pepi, Luci, Boom y otras chicas del montón’, donde celebra emocionada su noviazgo con su novio invidente, o de Luis García Berlanga con su ‘Patrimonio nacional’, haciendo de hija venida a bien, anfitriona de una subasta. Se estrenó como protagonista en ‘Vecinos’ de Alberto Bermejo, donde sus conflictos vecinales afectaban a la relación con su marido, Antonio Resines. Es entonces cuando el prolífico Carlos Saura cuenta con ella para ‘Dulces horas’, en la que se tuvo que enfrentar a un personaje tan rico como complicado: el de una madre].
Assumpta Serna: «En Los Ángeles, me gustaba muchísimo ver qué es lo que hacía la gente de mi tierra»

Trabajar con Carlos Saura, teniendo en cuenta que era uno de los directores más consolidados del cine español, ¿supuso una consolidación?
No lo viví tanto como una oportunidad de llegar a otros sitios, sino que era realmente una cuestión pecuniaria, era supervivencia. Eran dos meses de trabajo garantizado y supuso poder comer, ¿sabes? O sea, el alcance de Saura, al que la gente consideraba muy bien, fue caer en un grupo intelectual, que a mí me gustaba como trabajaban, con rigurosidad. Más bien, el prestigio vino después y sí es verdad que el resultado fue ese. De Saura lo que más me gustó fue su rigor. Estuvimos mucho tiempo trabajando también el montaje con él, que es algo a lo que también estaré siempre muy agradecida porque aprendí mucho. Y también hablamos, mucho. Cosa que sí, es curiosa, porque la gente se extrañaba. Incluso sus propios hijos, que eran nuestros ayudantes, me decían: “¿Tú de qué hablas con mi padre?” [risas].
Era una persona así, reservada, pero que cuando veía la ilusión y la pasión por esta profesión, se abría mucho y contaba muchas cosas y era una persona excelente. La verdad es que tuvimos un camino bonito. Fue un antes y un después y las cosas empezaron a fluir. Elegí entonces representante, que fue Alsira García-Maroto y me ayudó mucho en este principio, porque decidí que me tenía que representar alguien. Y recuerdo que le dije. “Tú, por favor. Eres tú o dejo la profesión”.
[Assumpta Serna estrenaría en la dirección al grandioso José Sacristán en ‘Soldados de plomo’, se uniría a Regaliz en ‘Polvos mágicos’ o a Jorge Sanz en ‘La rebelión de los pájaros’. Se convertiría en la actriz del momento rodando a las órdenes de Mario Camus (‘La vieja música’), Jorge Grau (‘Coto de caza’), Miguel Picazo (‘Extramuros’), Bigas Luna (‘Lola’) o Pedro Almodóvar, quien siempre ha agradecido a Assumpta su generosidad al aceptar la protagonista de ‘Matador’, tras la negativa de Charo López].
¿Cómo trabaja un intérprete sabiendo que no es la persona inicialmente escogida para el papel?
Hay veces que, sobre todo en ese momento, en los 80, donde el director tiene mucho que ver en la elección, pero lo cierto es que cada vez opina menos y realmente son los ejecutivos de las cadenas quienes tienen la voz. Entonces, tenías que entrar en una dinámica agradable con tu director. En mi caso, creo que siempre lo he podido hacer y lo he hecho, no he tenido problemas en ese sentido. Con Almodóvar, yo estaba en mi época internacional, viviendo en Francia. También era más conocida que él. Recuerdo que hice una proyección privada de la película con toda la crème de la crème francesa, por cierto, no gustó nada la película, pero intenté ayudar y apoyar. Siempre lo he hecho.
Más tarde, estando en la Academia de Cine Europea o cuando he estado en el comité de películas extranjeras en la Academia de Hollywood, desde el 93 al 200 casi, yo siempre intentaba tirar para España, ayudar a la gente de mi tierra. El Premio de Honor que se le otorgó a Carlos Saura en la Academia de Cine Europeo fue porque me dieron a mí la opción de elegir al homenajeado. “Tiene que ser Saura”, decía. Y al final fue Saura [risas]. Quiero decir que das lo poquito que puedes en ese momento. Cuando yo estaba en América, en Los Ángeles, me gustaba muchísimo ver qué es lo que hacía la gente de mi tierra. Ha sido para mí casi como un deber, ¿no? Siempre he procurado crear un poco esa comunidad que desde lejos.
Al ver el ascenso cinematográfico y mediático de Pedro Almodóvar, los actores que habéis trabajado con él, ¿os sentís participes de ese éxito?
A ver, cómo decirte. Nunca he tenido unos referentes como tal, ni de fama de ni gente. Yo siempre he buscado, incluso en Hollywood, una industria, porque aquí veía que no. Quería sentir una industria fuerte, entender qué es lo que pasaba con una película de 30 millones de dólares, más que nombres.
En esta profesión se viven momentos muy intensos, pero muy puntuales, especialmente con todos los que forman parte de la creación del personaje: resto de actores, maquilladores… tu equipo, en definitiva. Realmente, luego sabes que te has de despedir de ellos porque puede ser que no vuelvas a coincidir con ellos en la vida. Es una profesión que tienes que admitir esto, porque si no lo pasas mal. Al principio esto me costaba muchísimo aceptarlo. No hay costumbre de crear grandes lazos para que luego la pérdida no sea tan grande tampoco. Más tarde, fui consciente de que la gente nos usaba y nos tiraba. Aprendí a coger mecanismos para eso. Un truco que he hecho durante toda mi vida es empezar a despedirme del equipo de un proyecto una o dos semanas antes de acabar para que el golpe no sea tan sentido, tan vacío de pronto.
Raramente creas comunidad en este oficio. Otras actrices sí lo han tenido, pero en mi caso no ha habido un director que me haya llamado tres, cuatro o cinco veces para trabajar. Con Almodóvar he hecho una con él y no más. También el hecho de que yo no haya dado tanto al irme a Francia, a Los Ángeles, a Nueva York, estar siempre rodando y en distintos sitios… bueno, te cuesta conservar amistades. Esto también pasa factura.
¿Por qué?
Bueno, pues porque no tienes tu grupo y sentirse parte de una comunidad es muy importante. Claro, como he estado tanto tiempo viviendo en Argentina, en Los Ángeles, en Francia, en Londres, en demasiados sitios [risas], siempre intentando conocer a nueva gente, tampoco he cuidado mucho el mantener ese círculo. Entonces, no me siento parte de aquello que los otros hacen y es un problema porque en realidad tampoco ayudamos a que el triunfo de uno sea el triunfo de todos.
En el extranjero, había, desde las instituciones, una necesidad de ir todos juntos a promocionar la película. Cuando hice películas en Francia con papeles protagonistas y luego fuimos a Nueva York a promocionarlas y había ido el año anterior con el equipo español, era tan diferente la manera en la que se presentaban… estaba en otro mercado, claramente. Los franceses íbamos con el ministro o con el representante de la productora, pero después había varios ministerios, todos apoyando el producto.
Eso es algo que no vino hasta finales de los 90, pero, en aquel momento, yo iba muy sola, sin ningún apoyo detrás. Eso también hizo quemarme, en el sentido de tener que estar siempre luchando. Viví una época un poco apartada, también un momento muy crítico en el que me di cuenta de que no podía tener hijos. Me sentí un poquito culpable porque mi vida personal no estaba llena de lo que pedía mi cuerpo. Y el no tener la posibilidad fisiológica de tener hijos, me hizo repensar un poquito todo. Son momentos de la vida. Quizás si hubiera tenido una comunidad, si no me hubiera movido tanto, hubiera tenido gente o lazos más duraderos.

¿Consideras que la industria te ha reconocido o premiado el salto internacional?
El reconocimiento se da más fácil cuando la gente habla de ti, cuando estás en el pico de tu carrera. Luego la gente se olvida, generacionalmente también, llega otra gente y, realmente, la vida es así. Ahí están tanto la escuela como la fundación, como mi código de ética en el audiovisual, para que todo sea un poco mejor, pero ese trabajo es menos brillante, ¿sabes? ¿Entre eso y tener una película increíble? Claro, lógico, ¿no? La gente va mucho a lo que brilla, más que al trabajo duro que tienes de poder cambiar el mundo. Mira, el otro día estaba hablando con Juanjo Puigcorbé que, por cierto, está ahora maravilloso en su obra de teatro.
Sí.
Con él, Ricard Borrás y otro amigo, estuvimos hablando de por qué habíamos hecho esta profesión. Nosotros hicimos esto para cambiar las cosas, para mejorar, para mejorar lo que teníamos. No sé si ahora estas generaciones lo ven así. No creo, por lo que veo. A toda una generación siempre nos ha perseguido esta idea de cambiar a mejor, por lo que hemos tenido que vivir. Con esta idea estás un poco inconformista con lo que tienes, porque quieres siempre mejorar, cosas mejores, por lo que sí, estás con falta de esto, de aquello que no tienes y que te gustaría tener.
Pero, creo que, con el tiempo y las cosas en su sitio, una se da cuenta de que, en la medida en la que le interesan nuevas cosas, la gente te ve de diferente forma o no te ve como antes. El hecho de hacer que ahora no me den películas bonitas, como protagonista, me duele. Pienso que qué pena, ¿no? Porque ahora sé mucho.
Es así. Tampoco estoy invirtiendo el tiempo necesario como para que me conozcan otra vez. Yo veo que las generaciones cambian y la gente tiene sus propios compañeros y es bastante difícil volver al ruedo cuando no te están viendo. Es una cuestión de todo, del momento. Luego, vas interesándote por otras cosas, te reinventas u ocurren cosas en la vida que te interesan más. Precisamente por ese movimiento de cambio, de querer mejorar las cosas que te vas apartando también de aquello que ya conoces, buscando siempre gente nueva que pueda ser distinta, mejor.
Háblame de la Familia de Cine y vuestra labor en Youtube porque, además, de actores ejercéis de comunicadores.
Creo que tenemos que conocer a nuestro público. Como actores, somos el contacto entre la industria y el público. Por lo tanto, ahora tenemos una ventaja enorme que no teníamos antes y es el poder comunicarnos con el público exactamente como queremos y, además, poder hacerlo, tanto en la plataforma como en los directos que hago con mi marido, con tantísima gente, de tantas partes del mundo. Somos muy hábiles para entender la verdad de las cosas y tener la oportunidad en las redes de expresar exactamente quién eres y qué es lo que te gusta es una gran ventaja. Vas escogiendo y la gente te puede escoger referente a lo que tú eres. Y logras esa comunidad de personas que realmente tienen unos mismos objetivos o quieren trabajar de una manera distinta.
Este ha sido el caso de Familia de Cine. Desde que empezamos a emitir en la pandemia por esa necesidad de contacto, de buscar a las personas desde casa porque no podíamos salir, fuimos emitiendo lo que pensábamos y empezó a venir gente que pensaban igual y, poco a poco, fuimos creando una comunidad entre todos, le pusimos el nombre y, a partir de ahí, nos ayudamos como una familia.
La idea es que entre todos nos ayudamos para querer mejorar. Y fíjate: esa idea romántica que viene de cambiar un poco la profesión, desde ya mis inicios, ahora la estoy haciendo cada día. A través de los cursos de formación, de iluminar momentos, situaciones, cosas que les pasan a las personas incluso y que las puedes adaptar para el cine. De hecho, escribimos de forma personalizada para los alumnos que tenemos. Es un camino muy bonito: ver cuáles son las fortalezas de cada uno, de escuchar qué es lo que le pasa a alguien y trasladarlo a la ficción.
También en esta comunidad he aplicado el Código de ética, el Código de buenas prácticas del audiovisual para que no pasen los abusos sexuales, los abusos de poder, todo lo que también he vivido y que quiero, de alguna manera, que no le vuelva a pasar a nadie. El Código es algo muy querido para mí: lleva muchos años forjándose y que ha requerido una inversión de tiempo alucinante, un trabajo enorme, pero es mi contribución a la profesión y a lo que yo pienso que esta profesión tendría que ser. Me alegro de verdad, me da muchísima satisfacción, de encontrarme con gente y poder solucionar un poco los problemas que existen con los protocolos, con los abogados. [Pausa reflexiva] Como ves, he acabado juntando ese deseo de mi padre con el mío.
Es cierto.
Claro, la vida [risas]. Yo creo que a veces hacemos cosas y no sabemos muy bien por qué, pero que después, con el tiempo, descubres que son parte de ti y de las que no te puedes separar. Y al contrario: pensar en experiencias sueltas como algo que tiene razón de ser, porque estás con una gente u otra, porque has elegido una película u otra. Es un camino que, evidentemente, no es quizás lo que la gente sabe, es lo que más brilla, lo que más se ve, pero también es lo que te da el placer de poder hacer por ti. Tiene sus compensaciones, la vedad.

[Sobre futuros proyectos, además de seguir al frente de Familia de Cine y su labor en la docencia, acostumbra a no desvelarlos, pese a siempre haber dicho lo que, en ese momento, tenía entre manos. “La escritura es faceta importante en este momento. Además de publicar monólogos y escenas de los alumnos de la escuela, hay entre manos un libro sobre interpretación que pretende ser muy útil”, desvela. También Assumpta Serna tiene pensado publicar sus memorias y así dar continuidad a ese volumen biográfico que la periodista Nuria Vidal publicó en 1993.
¿Sus películas más queridas? “Es verdad que la carrera internacional se dice pronto, pero he estado en más de 20 países haciendo 30 y algo protagonistas”. Evidentemente, ‘Dulces horas’ de Carlos Saura y ‘Matador’ de Pedro Almodóvar o su participación en ‘Falcon Crest’ le han dado mucho, pero también aquellos proyectos internacionales. “El caso de ‘Borgia’ también, que rodé con Francia y con Alemania.
Luego, otras películas que las he hecho con mucho cariño como ‘Yo, la peor de todas’ o ‘Momentos robados’ de Oscar Barney. Fíjate que te digo dos argentinas. O la última película de protagonista que he hecho, ‘Red de libertad’, de 2017. O la comedia ‘He matado a mi marido’ de Francisco Lupini Basagoiti… En fin, películas que me ha gustado hacerlas, con buenas historias y buena gente, que no tienen que ver tanto con el éxito. Las películas pasan a ser como tus propios niños: no paran de crecer.
“Repetiría todas las películas que he hecho. Todas han sido importantes y han hecho reflexionar sobre cosas que no estaban bien y que luego me han servido para contar a otros. Me gustaría tener la ocasión de poder enseñarlas bien porque la gente creo que no las conoce aún. Sería el momento de hacer una ‘Retrospectiva Assumpta Serna’ [risas]”. Y no lo digo yo, sino la propia Assumpta Serna. Bueno, yo también].