Si con Beau tiene miedo Ari Aster nos llevó a un delirio existencial de proporciones freudianas, ahora el cineasta vuelve con una propuesta igual de ambiciosa pero mucho más terrenal (aunque no por ello menos caótica). Eddington es su primer western, sí. Pero no esperes forajidos, caballos y duelos al sol. Esto es un western político, social, paranoico y rabiosamente contemporáneo, ambientado en un microcosmos rural durante los días más confusos de mayo de 2020. Un escenario que, como era de esperar, Aster convierte en un campo de batalla simbólico y visceral.
- Fecha de estreno: 12 de septiembre de 2025
- Género: Western
- País: Estados Unidos
- Año: 2025
- Dirección: Ari Aster
- Reparto: Joaquin Phoenix, Pedro Pascal, Emma Stone
Crítica
La historia arranca con un conflicto entre el sheriff de Eddington (Joaquin Phoenix, en su salsa) y el alcalde del pueblo, interpretado por Pedro Pascal. Pero lo que podría haber sido un drama contenido sobre el poder y el deber, rápidamente se transforma en una radiografía sucia, incómoda y a veces hasta grotesca de la América post-COVID. Aster mete en un mismo saco a conspiranoicos, fanáticos religiosos, negacionistas, militantes de Black Lives Matter, supremacistas blancos, milicianos armados y, por supuesto, a ciudadanos comunes atrapados en el fuego cruzado.
Y luego… sacude ese saco como si fuera un avispero.
Según el propio Aster, esta película nació del deseo de retratar cómo vivimos cada vez más “encerrados en nuestras propias burbujas”, alienados de los demás y del mundo exterior. Un western con móviles en lugar de revólveres, como él mismo lo describe, donde los personajes ya no cabalgan por el desierto, sino que se desplazan por el campo minado de la desinformación, el aislamiento digital y la paranoia colectiva.
Aster más contenido, pero igual de perturbador
Si vienes buscando al Ari Aster de Hereditary o Midsommar, puede que salgas algo decepcionado. Aquí el terror es más simbólico, más social que sobrenatural. Aun así, sigue presente esa sensación de incomodidad permanente, esa tensión que Aster sabe construir, aunque no haya una entidad demoníaca rondando la casa. De hecho, es probable que este sea su trabajo más “normal” hasta la fecha. Pero no por ello menos Aster.
Lo más curioso es que este Eddington es, en cierto modo, el proyecto que Aster siempre quiso hacer. Antes incluso de Hereditary, ya tenía en mente un western revisionista. La pandemia solo aceleró el proceso creativo. “Estamos todos viviendo en nuestra propia cabeza”, decía en una entrevista reciente. “Quería mostrar qué pasa cuando esas burbujas individuales colisionan”.
Y en este punto conviene decirlo: Eddington es una película difícil de digerir. Su estructura es dispersa, su duración se alarga innecesariamente (2 horas y 20 minutos que pesan), y sus personajes, más que personas, son arquetipos que sirven como vehículo para ideas políticas o culturales. Hay sátira, sí, pero también una sobrecarga discursiva que no siempre cuaja.
Phoenix se luce, pero Emma y Pedro se quedan a medio gas
Joaquin Phoenix vuelve a brillar en su descenso a la locura, ahora en clave de sheriff desquiciado por la presión, la desinformación y su propio ego. Es un papel que le va como anillo al dedo y que, en algunos momentos, recuerda inevitablemente a su Beau de 2023. Aster, de hecho, confesó que Joe Cross —el personaje de Phoenix— es como un John Wayne sentimental atravesado por los 80 y por YouTube conspiranoico. Y funciona.
Emma Stone, sin embargo, no termina de encontrar su lugar. Su personaje parece más una idea que una persona real, y nunca termina de despegar. Y Pedro Pascal… bueno, interpreta al Pedro Pascal de siempre. Carismático, agradable, pero sin demasiada profundidad. Según Aster, había química con Phoenix, pero en pantalla se diluye.
¿Una sátira lúcida o un caos con ínfulas?
Aquí es donde la película divide. Hay momentos en los que Eddington se siente como una obra profundamente lúcida, una sátira sin filtros que retrata el caos ideológico de una nación completamente fracturada. Pero en otras ocasiones, la propuesta se torna tan obvia, tan poco sofisticada, que roza el panfleto. No hay matices, no hay verdadero interés por entender los conflictos, solo una sucesión de escenas donde los personajes (más que hablar) se gritan constantemente. Es como Twitter, pero filmado en 35mm.
Aster reconoce que sus personajes no tienen todas las respuestas. “Algunos están equivocados, otros buscan comunidad, otros luchan por lo que creen justo. Pero todos sienten que algo está mal”, explica. Sin embargo, esa complejidad no siempre llega a trasladarse bien al espectador. Eddington se siente más como una acumulación de gritos que como una conversación incómoda y necesaria.
Eso sí, a nivel visual, la dirección de Aster es impecable. La fotografía, a cargo de Darius Khondji (Se7en, Uncut Gems), es una barbaridad. El desierto de Nuevo México luce más amenazante que nunca. Hay una escena nocturna en mitad de una tormenta de arena que es de lo más impresionante que ha rodado Aster hasta la fecha. Khondji incluso sustituyó el alumbrado del pueblo para lograr ese tono azulado de “luna falsa” que envuelve buena parte del clímax.
El western como espejo (y como herida)
Eddington puede leerse también como un comentario sobre el género western en sí mismo. Aster lo ve como “el género nacional” americano. Y aquí lo subvierte: el forastero es el algoritmo, el tiroteo es la discusión por Twitter, y la frontera no es física, sino digital. “Es como The Searchers, pero los umbrales ahora son pantallas de móvil”, dice. Todos los personajes son cyborgs que viven más en el feed que en el pueblo.
Incluso el villano —una corporación llamada “solidgoldmagikarp”— es una referencia velada a los tokens que hacen fallar a las inteligencias artificiales. El propio Aster se muestra asustado ante el auge de la IA: “Ya es tarde. Esto no es tecnología, es religión. Y nosotros estamos aquí solo para darle forma”, decía, dejando claro que Eddington no es solo una crítica social, sino un aviso.
Valoración final
Eddington es, al mismo tiempo, un ejercicio de estilo fascinante y una película profundamente fallida. Un western contemporáneo sobre la América rota, tan ambicioso como disperso. Ari Aster dispara a todos lados y no siempre acierta, pero al menos no dispara con balas de fogueo. Su visión de un país enfermo, enfrentado y atrapado en sus propias pantallas quizá no sea sutil, pero sí es inquietantemente real.