
La primera vez que este evento sale de Estados Unidos ha sido un éxito de público, pero un fracaso para el público
La presentación de la Comic-Con escamó a la gente. Había un cierto miedo por la decisión de trasladar este concepto a Málaga, ¿por qué no a París, Londres o incluso Madrid? Y ese sentimiento se intensificó cuando, a pocas semanas del pistoletazo de salida y con las entradas ya compradas por parte del público, apenas había confirmación de invitados y ni tan siquiera sabíamos qué tipo de paneles iban a haber. Sin embargo, las entradas para los cuatro días se vendieron en un tiempo récord y el sector hotelero ya sabía que iba a hacer el agosto a finales de septiembre.
La Junta de Andalucía ha estimado en 125.000 el número de visitantes, llegados de, al menos, 20 países. Una media de 30.000 al día, algo totalmente inviable para el espacio con el que contaba el evento. Un evento masivo donde la polémica y las duras críticas han estado a la orden del día. Y, la mayoría de ellas, eran totalmente fundadas. La organización se vio superada por las circunstancias, y solo el propio público, deseoso de pasar un fin de semana en comunidad, consiguió levantar un evento que desde el primer minuto pendió de un hilo.
¿Entonces, la Comic-Con de Málaga fue un éxito o un fracaso rotundo? Pues todo depende del prisma con el que se mira y desde el punto de vista que se aborde.
Muchas experiencias, una realidad
La Comic-Con malagueña parece haber indignado a la mayoría de su público a pesar de que la convención, por qué negarlo, tuvo una serie de acierto que, de igual forma, contentaron a los asistentes (o, al menos, aquellos que tuvieron oportunidad de disfrutarlos). Pero, el principal error del evento fue vender entradas de más. No había espacio físico para tanta gente. Lo normal en este tipo de acontecimientos es tener que soportar una cola mientras fantaseas con qué te encontrarás dentro. Sin embargo, cuando la cola se extiende durante kilómetros (no la medí, pero no me parecería exagerado), la cosa cambia. Los ánimos se tensan, la gente teme perderse el evento por el que había decidido ir precisamente ese día y ante esto y ante una falta de dirección, el staff se vio superado, sin saber qué hacer. Solo les quedaba asumir el marrón de la forma más digna posible.
Y el problema no fue la cola que se extendía durante varias calles contiguas, sino que, una vez superado el arco que daba la bienvenida al recinto, el público se encontraba con otra cola que, a su vez, daba paso a otra cola. Todas ellas para llegar al lugar más ansiado: el Exhibitor Hall, lugar donde se encontraban los Funkos, los cómics y los videojuegos, así como los artistas que firmaban. Artistas como Salva Espín o Paco Roca (al cual, servidor, tuvo que hacer una cola de dos horas con una falta de organización indignante).
Las quejas se sucedían en redes sociales con razón. El sábado todo se estaba yendo de las manos. Las colas eran aún mayores que el día anterior y el hacinamiento comenzaba incluso a ser peligroso. Por suerte, la comunidad que allí se reunió rebosaba buen rollo. En otro tipo de evento esto no se hubiese saldado sin altercados. Fue la gente la que creó un lugar de reunión y fraternidad, un lugar donde el friki se sentía seguro. Había una fuerte sensación de estafa y de que una empresa estaba jugando con sus sentimientos, pero también la sensación de que estaban entre los suyos. Ver a varios Spider-Man recreando el meme, a un dinosaurio vestido con mantilla o a una niña emocionada por ver a un Doctor Who fue lo que hizo a la convención algo especial. Y eso solo lo hizo la gente.
Se vivieron muchas situaciones, muchos eventos y podríamos narrar multitud de experiencias personales. Cada una de ellas cierta en su realidad. Pero todas coincidirían en que la organización fue un desastre y aquello solo se salvó por el ambiente construido por el público y por unos invitados muy profesionales que lo dieron todo.

¿Hubo, al menos, algunos aciertos?
Las colas mortales bajo el sol abrasador de una Málaga a la que todavía no había llegado el otoño, se podía ver incluso en los paneles de información donde la gente se sucedía para poner su correspondiente hoja de reclamaciones. Algo normal dado que, a modo de ejemplo, si salías a por una botella de agua debías de hacer nuevamente la cola completa. Es decir, que perdías la mañana. Y me consta que muchos prefirieron tirar esos 50 euros a la basura y marcharse a disfrutar del día. Sin embargo, la Comic-Con no solo fueron quejas. Una vez dentro (a los que tuvieron la suerte de entrar), les cambió la mirada. A pesar de que no había ni tan siquiera espacio para moverte en libertad, había una sensación de alivio de que, al menos, lo de dentro no era una estafa. De hecho, estaba bastante bien. La demanda de cada aspecto friki estuvo satisfecha.
Las charlas a las que pudimos asistir eran muy variadas y abarcaban diferentes contenidos. El viernes comenzó con un diálogo sobre cine de animación, con artistas que participaron en películas coo ‘Enredados’ o ‘Trollhunters’, centrado en cómo una idea en la cabeza pasa a ser un boceto rápido y, por último, una producción completa. Algo que contrastaba con la siguiente charla protagonizada por John Gaeta, encargado de los efectos especiales de ‘Matrix’ y que, básicamente, quiso vendernos su IA como el futuro. Presentó un corto hecho por inteligencia artificial que era poco menos que horroroso. Pero el plato fuerte ese día fue la presentación de ‘Tron: Ares’ con Alex de la Iglesia como maestro de ceremonias y Jared Leto como invitado de lujo. Y fue el actor el que hizo que presenciase, por primera vez, como todo el público caía rendido. Al igual que todos esos vídeos que vemos por redes sociales que vienen desde la Comic-Con madre.
Los paneles que se dieron en el Hall M fueron, sin duda, los más interesantes. Allí se presentó ‘Predator Badlands’ con un vistazo exclusivo de los 20 primeros minutos. Allí también fue donde Arnold, junto a Antonio Banderas, enloqueció al público con un repaso a su carrera en el que, sin duda, fue el evento más destacado de este año. Y allí fue donde Bayona repasó toda su carrera e hizo un alegato hacia el cine fantástico. Sin olvidarnos, claro, que también fue el lugar donde el público se volvió loco al ver aparecer a Norman Reedus para presentar la tercera temporada de ‘Daryl Dixon’. Por cierto, rodada en España.

¿Fue un desastre la Comic-Con Málaga?
Sí y no. Como decimos, cada uno habrá vivido la experiencia a su manera. Y aquellos que tuviesen suerte (o un poco de cara), solo podrán tener buenas palabras, pues, una vez dentro, merecía la pena. Sin embargo, queda esa sensación de que 50 euros (más gastos de gestión) suenan demasiado caros para un concepto que no parece demasiado cercano a la Comic-Con de San Diego. O, al menos, cercano a la romantización que de ella hemos hecho.
Las noticias y las exclusivas (más allá de un par de escenas de ‘Tron’ y los 20 minutos de la nueva ‘Predator’) brillaron por su ausencia. Y durante todo el evento corría ese runrún de que simplemente se aprovecharon para hacer promoción de cintas con estreno reciente. Lo cual no es de extrañar, pues la promoción es el principal objeto de toda esta maquinaria. Pero esto, sumado a la sensación de que el evento primó la recaudación por encima de los fans, hace que exista una impresión de que los asistentes fueron usados como simple mercancía. A lo que había que añadir los rumores de que Jim Lee (director de DC) asistió porque el crucero en el que iba pasaba por allí y que Schwarzenegger pasaba por allí porque debía asistir a una competición en España.
A pesar de todo ello, fue un lugar agradable donde pasar el fin de semana rodeado de gente que vivía cada segundo porque estuvo meses y meses trabajando en un espectacular cosplay. Un lugar que salió del paso únicamente por los fans y que deberá subsanar muchos errores si quiere triplicar su éxito en 2026.