
‘Anatomía de un instante’ recrea uno de los sucesos más importantes de la España contemporánea en esta tensa ficción cercana al documental
Reseña / Opinión de ‘Anatomía de un instante’, serie de Movistar Plus+. Estreno el 20 de noviembre.
España siempre ha sido, por suerte, un país complejo de retratar. Afortunados somos, eso sí, de que alguien se atreva a hacer un retrato de nuestro heterogéneo país con sus luces y sus sombras, sin miedo a sumergirse en embolados políticos como Scorsese hace con los Estados Unidos o Marco Bellocchio con Italia. Aquí contamos con Alberto Rodríguez, un director comprometido, desde sus inicios, con la Historia española. Acostumbrado a lo micro, a pequeñas historias derivadas de las decisiones políticas estructurales (‘Grupo 7’, ‘Modelo 77’ o ‘El hombre de las mil caras’ así lo atestiguan), ahora, con ‘Anatomía de un instante’, se atreve con una historia que hizo Historia. Con mayúscula.
Con ‘Anatomía de un instante’ vemos a la clase política en todo su esplendor. El golpe de Estado de Tejero (y compañía) el famoso 23-F sirve al director (apoyándose en el libro homónimo de Javier Cercas) para retratar las diferencias ideológicas que desde el pico de la pirámide de un país se extiende hacia toda una población. Estructurando sus cuatro capítulos en cuatro historias que convergen en un gran todo, que muestran una España plural en una constante tensión que desembocó en un momento que pudo cambiarlo todo.
Ese día, Tejero entró armado al congreso amenazando a todo un país. Tres personas se mantuvieron impávidas en sus asientos. Y esta es su historia.
La Historia está en los despachos
A veces, para tejer una buena historia, basta con tener personajes hablando. Personajes que se vuelven complejos por lo que dicen y por cómo lo dicen. Y, sobre todo, por dónde y cuándo lo dicen. Y ‘Anatomía de un instante’ lo tiene todo. Bajo una España convulsa, una serie de hombres tenían en sus manos, más que a un país, a una población. Figuras endiosados o denostadas, siempre dependiendo del prisma con el que se mire. Sin embargo, Alberto Rodríguez, bajo una actitud acrítica, decide mostrar todos los ángulos de aquellos personajes casi legendarios que salvaron a España de sí misma. Y de aquellos personajes que también querían salvarla, pero no lo consiguieron.
Así, Adolfo Suárez, brazo ejecutor de aquella transición aún difícil de culminar, se muestra como el líder que el país necesitaba en ese momento, pero sin dejar de remarcar su personalidad de prestidigitador, un mago que hacía bailar a su son a los mandamases de los grandes grupos que controlaban el país, pero, que sobre todo, era un veleta. Este tipo de contradicciones en todos los personajes que circulan por la serie, tanto consigo mismos como hacia el mundo que los rodea, los hace verdaderos, de carne y hueso.
Bajo una exacta caracterización, Álvaro Morte ofrece la mejor actuación de su carrera interpretando al primer presidente de la democracia, funambulando entre su imagen de apuesto líder y sus miedos ante un país imposible de gobernar. Suyo es el hipnótico primer episodio de ‘Anatomía de un instante’. A este le siguen un segundo centrado en Santiago Carrillo, al cual Eduard Fernández clava gestualmente. Un tercero protagonizado por Manolo Solo como Gutiérrez Mellado, un personaje dividido entre su pasión por el ejército y el deber ante el pueblo que debe proteger. Y el último, centrado en la parte militar causante del golpe con Tejero a la cabeza, al cual da vida un como siempre excelente David Lorente.
Cuatro historias que confluyen, se tensionan y cristalizan, creando un relato concreto lleno de ideas relativas e infinitas que atraviesan nuestra historia de extremo a extremo. Algo que ya ilustró Goya hace un par de siglos con su ‘Duelo a garrotazos’. Ese justo instante donde los españoles se enfrentan a sí mismos más que a su adversario. Por eso el congreso aún luce con orgullo las heridas de bala. Porque nos recuerdan a nosotros.
¿Ficción o documental?
Tres traidores fueron los encargados de democratizar España. Tres políticos que traicionaron a los suyos, los cuales les colgaron el sambenito. Pero tres personajes que, en un instante, fueron héroes. A partir de esa fina línea que separa al héroe del traidor, el director se encarga de crear una ficción que constantemente se encarga de remarcar su deseo documental. Las caracterizaciones de los personajes, los escenarios y cada hilo de cada uniforme militar trasladan al espectador a ese momento. ‘Anatomía de un instante’ es un viaje al pasado. Un pasado que aún se refleja en el presente.
Las hostilidades fraternales cada vez parecen más intensas en nuestro día a día. Y la actitud de la serie ante una España presente y dividida con la cual pretende dialogar es, sin embargo, una actitud esperanzadora y, por tanto, inocente. Pues si de algo tiene interés esta producción es de reconciliarnos. Dos figuras tan ideológica e interesadamente separadas como Suárez y Carrillo podían entenderse tras mil cigarros y un par de whiskies, pero eso, a día de hoy, es absolutamente utópico. Quizás haya algo de ilusionante en la serie para aquel que pueda verlo.
Por tanto, ‘Anatomía de un instante’ es mucho más que un thriller de despachos ibérico. Es un retrato fidedigno de un complejo momento histórico que cautiva por su cercanía documental, pero triunfa por saber rellenar con absoluta credibilidad y lógica (tanto interna como externa) aquellos huecos que no fueron registrados, pero que eran necesarios para reconstruir este relato de forma justa.

No es una simple obra política
En ‘Anatomía de un instante’ hay política. Y no solo en su trama. Hay en ella un afán por reflejar una realidad. Alberto Rodríguez habla (y hace hablar) a los políticos y a los altos mandos de las dos españas. Pero no habla de ellos. Paradójicamente, el pueblo que sufre las consecuencias ha dejado de ser objeto principal dentro de la obra del director, pero sin dejar de ser el punto clave sobre lo que todo versa. La gente de la calle desaparece, pero en ‘Anatomía de un instante’ toda compleja decisión de sus personajes tiene como motivo crear una sociedad mejor. Cada una a su manera, claro. Todo para el pueblo y con el pueblo. Al menos en apariencia. ¿Lo consiguieron? Posiblemente no. Multitud de factores fueron una piedra en el camino, como fue la aparición de ETA y su guerra contra el ejército. Causas que llevan a consecuencias que llevan a otras causas. Pura Historia que la serie sabe reflejar perfectamente.
Es irónico cuanto menos que en sus últimos días Adolfo Suárez enfermase de Alzheimer. El olvido del presidente parece ser una metáfora de la condena perpetua que parece sufrir nuestro país. Por suerte, siempre queda quien nos haga recordar. Y lo que Alberto Rodríguez propone es un ejercicio de memoria histórica, tanto para los que vivieron aquellos tensos momentos como para aquellos que no conozcan este pedacito de la España contemporánea. Una serie llena de dignidad, respeto, fidelidad y un cierto afán pedagógico, tres virtudes que la convierten en una de las mejores producciones realizadas dentro de nuestras fronteras.
