Crítica ‘Lejos de casa’. Muestra las dificultades que enfrentan las infancias migrantes que se quedan en los asilos de Tijuana

Reseña / Opinión de la película ‘Lejos de Casa’ de Carlos Hernández

«Ve a traer el soldadito», le pide un niño que juega con carritos a otro. Ambos se refieren a la figura de plástico como el soldado que te deporta, lo que implica que ya tienen un entendimiento, aunque sea básico, de los procesos migratorios. En su juego se cuelan cada vez más palabras que confirman la hipótesis: desde un «No puedes ir a Estados Unidos», siguiendo con «Son los de la migración», hasta un «Saque sus credenciales». Así, a pesar de su corta edad, se puede intuir que los infantes ya han enfrentado más de una dificultad en su vida. 

Producciones que retratan la migración y los desplazamientos forzados se cuentan por montones y existen tanto en la ficción como en la no ficción, pero en ‘Lejos de casa’, Hernández apuesta por retratar lo que sucede a las infancias que se quedan varadas en los albergues de Tijuana, en lo que las autoridades estadounidenses deliberan si concederles el asilo político o no. Ahora que se habla cada vez más de los vicios del documental, ¿nos encontramos frente a una producción honesta o las imágenes nos llevan hacia un destino específico?

Violencias y desplazamientos

Lázaro, Patricia, Marvin, Ximena, Betsy y Mario son solo algunos de los niños y adolescentes que se encuentran en un albergue en Tijuana. Los días en ese lugar son peculiares: a los menores se les enseñan las bases sobre el derecho al asilo, los derechos humanos y el derecho internacional («Derecho a un trato digno, derecho a un traductor o intérprete, derecho al libre tránsito y residencia, verificación migratoria, derecho a la no explotación laboral, derecho a ser informado sobre mis derechos»), conocimeintos que les serán de suma utilidad en caso de que los reciban en la Unión Americana.

A los adolescentes se les enseña el inglés conversacional («My name is Armando, What is your name?, I am from Oaxaca»), para que puedan comunicarse con sus colegas en el otro lado. Lo más revelador de la clase sucede cuando se hace la distinción entre casa (house) y hogar (home), pues todos esperan poder afianzarse en Estados Unidos. A lo anterior se suman ejercicios de memoria en el que los migrantes comparten cómo eran las casas que dejaron, así como sus vecindarios.

La cámara no duda al mostrar la dura realidad al interior de los albergues de Tijuana.

Por supuesto, no todo es estudio, pero con opciones limitadas en lo que esperan la resolución de sus procesos migratorios, les habitantes del albergue tienen pocas opciones: jugar entre elles, adoptar animales de compañía para sentirse acompañades y recordar cómo era su vida antes del desplazamiento. Y mientras se espera, también se vive el duelo por los que se van, independientemente de su nacionalidad.

Las personas refugiadas no son las únicas que se encuentran en el albergue y conocemos también un poco el trabajo que realizan los empleados del lugar: desde atender llamadas de los asilados, hasta interactuar con ellos para conocer más de sus vidas y sus sueños. Sin embargo, ¿todos los sacrificios realizados valen la pena? Algunos solo migraron para preservar la vida, pero ¿qué clase de inicio pueden esperar en un país que les es ajeno?

‘Lejos de casa’: ¿qué hacer con los que se van?

De acuerdo con los datos de los propios realizadores, anualmente 19 mil menores solicitan asilo en Estados Unidos. La cifra por sí sola es alarmante y la situación se complica más si tomamos en consideración los discursos ultranacionalistas que encuentran en los migrantes, la excusa perfecta para justificar sus malas decisiones. En este caso, ¿qué se puede hacer ante el dolor de los demás? Ya Susan Sontag se planteaba esta interrogante en 2003 y lo cierto es que a través de la cámara, Hernández nos cuestiona sobre las condiciones en las que se tiene a los menores en los albergues.

En primer lugar, la infancia es un periodo formativo, en el que los menores adquieren no solo conocimientos básicos sobre el mundo, sino habilidades sociales importantesEn este tenor, ya sea que llegaran soles o acompañades, se capta de manera honesta la educación que infancias y adolescencias reciben ahí: desde clases de inglés hasta los principios básicos del derecho al asilo. A lo anterior se suma lo difícil que resulta decirle adiós a los amigos que se han hecho en los últimos meses y un larguísimo etcétera; pero ¿cuáles son las implicaciones que tiene la educación utilitaria en el desarrollo de niñes y adolescentes? 

La gente del albergue narra en primera persona la razón por la que terminó allí.

Como segundo punto, destaca la verdad que hay en ciertas secuencias. Por ejemplo, cuando una de las voluntarias del albergue les pregunta a los protagonistas la razón por la que abandonaron sus casas, todos comienzan a narrar situaciones violentas —desde venganzas contra familias hasta intentos de afiliarlos al crimen organizado—, pero no sabemos hasta qué punto hay exageración. Así mismo, todas las interacciones de juego, especialmente las individuales, son capaces de transmitir la soledad y la confusión de lo que parece un eterno presente, del que todos esperan salir con el sueño americano. 

Sin embargo, los primeros confesionarios, en especial aquel en el que se les pregunta a les niñes si extrañan sus casas y sus familias, más que artificiosos se siente artificiales y bien se pudo reducir el tiempo de exposición de los infantes frente a la lente. De cualquier forma, el error inicial se subsana en la escena final: uno de los adolescentes frente al muro fronterizo, que un avión puede cruzar sin problemas. Del otro lado: el sueño, la promesa de un futuro mejor; desde el suyo (el nuestro) un tiempo suspendido, en el que siempre se espera. 

Valoración

En conjunto, ‘Lejos de casa’ es un retrato digno de las realidades de la migración infantil  

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