Reseñamos Superestar (Netflix): Tamara en el país de las maravillas
Reseñamos Superestar (Netflix): Tamara en el país de las maravillas

‘Superestar’ reafirma la cultura pop española de principios del milenio como la mayor realidad lynchiana que jamás haya existido

Reseña / Opinión de ‘Superestar’, miniserie de Netflix. Estreno en la plataforma desde el 18 de julio.

«La gente ya no quiere arte, quiere mierda». Así, con solo una frase, define uno de los personajes de ‘Superestar’ el deseo (muy español) de ver enfangarse a otros como monos en un zoo. Una situación que alcanzó su fase más paradigmática a principios de siglo en esta «grotesca deformación europea» que es España. El frikismo había tocado su punto álgido con el traicionero grupo capitaneado por Tamara, la mocatriz primigenia, que arrastró con ella a celebridades como Paco Porras, Tony Genil o Leonardo Dantés. Gente que «ni era guapa, ni era rica, ni mucho menos era normal». Eran, como ellos mismos ya sabían, puro esperpento.

La fama y los focos, y sus derivados en el ámbito individual, son el punto pivotante tanto en la historia original como en su ficcionalización en este peculiar biopic sobre Tamara/Ámbar/Yurena. Una historia arriesgada sobre un personaje (o, más bien, personajes, pues son todos indivisibles) efímero que pasó a la fama y a la cultura pop española por circular constantemente por platos de televisión fabricando esos famosos montajes de los que se nutrieron la salsa rosa durante años. Un universo denostado, a veces con razón, que ahora, su director, Nacho Vigalondo, enfrenta a un revisionismo y a un proceso humanizador.

No hace falta cambiar cuando tu esencia es original

‘Superestar’ se centra en el alocado proceso hacia el estrellato de Tamara, alguien sin ningún talento aparente, pero que, por alguna extraña razón, su presencia era demandada por los televisores de toda España. Sin embargo, para conocer a Tamara la serie no necesita a la propia Tamara, sino que durante gran parte del metraje se centra en su entorno. Un entorno que es el molde y el moldeador. Una caterva de freaks desfilan a través de la serie para que, con sus propias personalidades, definan los rasgos universales que terminan por caracterizar a la propia Tamara.

Así, la presencia de todos estos hará las delicias del público más nostálgico de una época cuanto menos extraña. Reunidos, como una suerte de «vengadores», extienden una serie de ideas que desembocan siempre en la cuestión identitaria. Ideas que carecen de originalidad dado su aspecto compartido por todos los seres humanos, pero cuya singularidad reside en que son tratadas con una libertad creativa apabullante. Una libertad que fácilmente saturará a aquellos que busquen en esta serie un biopic al uso, pero que enamorará a aquellos que comprendan que una historia así solo puede ser contada desde las formas más peculiares posibles. Quizás dentro de unos años tengamos una serie sobre la intrahistoria de cómo Netflix, la plataforma más mainstream de todas, acabó haciendo una serie tan a priori hermética.

Tráiler de ‘Superestar’

Celebrando lo friki

Un biopic al uso no habría hecho justicia a la historia. Solo había una forma de salir airoso de todo esto, y esa era haciendo que historia y narración se encontrasen en ese punto friki. ‘Superestar’ está saturada porque la historia original, con sus verdades y sus mentiras, estaba siempre al límite de lo humanamente digerible. Cualquier otro director habría sentido un vértigo descomunal ante semejante disparate que, repitamos, tiene características profundamente arraigadas en el ADN español. ¿Cómo tratar entonces algo tan raro y a la vez tan común para nosotros? Pues llevando a cabo la humanización de unos personajes que experimentan sentimientos como todos los demás (la maternidad de Margarita, el amor por el arte de Leonardo o el complejo de inferioridad de Paco), y tratándolos formalmente de la forma más alocada posible.

Pero Vigalondo, una vez más, demuestra ser diferente. Una criatura mitológica dentro del audiovisual español. Y a lo largo de su creación extiende una serie de recursos narrativos, estéticos y metafóricos que conjuga la realidad interior de sus personajes con los estímulos que le acaban llegando al espectador de la forma más exacta posible. Y también de la forma más inexacta. Pues lo opuesto, lo diferente, y el recurso del doppleganger tienen una presencia constante.

No vamos a comparar a su director con David Lynch, porque ni el mismo aceptaría esto, pero pocas veces se ha llegado a conseguir en pantalla esa atmósfera espectral y onírica que suspende a sus personajes en un tiempo y un lugar que si bien parecen comunes, tienen esa extraña aura que escama al cerebro y hace procesar la situación como irreal. Y, sin duda, este es su mayor acierto. Una serie que no encaja en ningún lado, que cuenta algo que no encaja en ningún lado y que humaniza a unos personajes que nunca encajaron en ningún lado.

Julián Villagrán y Carlos Areces como Arlequín y Paco Porras en la serie Superestar de Netflix
Julián Villagrán y Carlos Areces como Arlequín y Paco Porras

‘Superestar’: Una huida hacia adelante

Multitud de veces aparecen alusiones a Alicia en el País de las Maravillas. Tanto en la propia historia (Tamara tiene que cruzar la madriguera para encontrarse realmente), como en la propia forma de contar la misma. Todos los personajes huyen hacia adelante para encontrarse a sí mismos. Algunos encontrando de paso la redención, otros, sumergiéndose aún más en el fango. Pero todos acaban comprendiendo su lugar en el mundo. Porque el mundo siempre los vio como freaks, pero seguían siendo humanos con sus contradicciones, sus odios y sus anhelos. ‘Superestar’, para tratar estos temas, sumerge a sus personajes en un tiempo que parece pasado, pero que no es más que un perpetuo presente de la realidad española.

Dos capítulos son especialmente complejos para quien escribe estas líneas. Por un lado, el segundo episodio, dedicado a la figura de Leonardo Dantés, un Jekyll y Mr. Hyde que se encuentra en un pozo sin fondo. En la rueda perpetua de la salsa rosa. Un personaje que sí, se hizo famoso, pero no por su arte como él quería. Y, por otro lado, el episodio dedicado a Paco Porras. Con un Carlos Areces en modo Nicolas Cage dejándose llevar (y salvando el pellejo de la forma que solo los grandes actores hacen) por el histrionismo más alocado. El absurdo de Kaufman, el surrealismo de Lynch y la picaresca castiza corren por las latentes venas de Vigalondo y Areces como si hubiesen nacido para esto. Como si Muchachada Nui los hubiese cincelado para, más adelante, descubrirse como genios.

Pepón Nieto, Ingrid García-Jonsson y Secun de la Rosa como Tony Genil, Tamara y Leonardo Dantés
Pepón Nieto, Ingrid García-Jonsson y Secun de la Rosa como Tony Genil, Tamara y Leonardo Dantés

Se mueve con fluidez entre géneros

‘Superestar’ se mueve con fluidez e indistintamente entre géneros. Cine negro, surrealismo, drama intimista, costumbrismo… Una mezcolanza que solo podría salir de una mente española acostumbrada a ella. Y es entonces cuando esa «deformación grotesca» que decía Unamuno (que, por cierto, se cita directamente en la serie, demostrando que sus personajes podrán ser mamarrachos, pero no idiotas), se convierte, más bien, en una derivación festiva del pensamiento europeo. Un fallo en la lógica. Una realidad extraterrestre. Porque nuestra única bandera es la peculiaridad.

Y todo esto derivará en un debate: ¿a quién va dirigida esta serie? Es cierto que fuera de nuestras fronteras, para aquellos que no conozcan la idiosincrasia española, parecerá algo histriónico e inverosímil. Y dentro de nuestros límites únicamente resultará llamativo a quien conozca la historia real. Y ni siquiera a todos. Porque es una serie rara. Y a mucha honra. Entonces, ¿para quién es esta serie? Pues, sinceramente, me da igual. Solo su existencia ya es motivo de celebración.

Ver fuente

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *